MÁS DE INTERNACIONALES



HISTÓRICO

Sanae Takaichi es la primera mujer en gobernar Japón

Su nombramiento abre un nuevo capítulo en la política de uno de los países más tradicionales del mundo.

Sanae Takaichi es la primera mujer en gobernar Japón

Por primera vez en su historia, Japón tiene una mujer al frente del gobierno. Sanae Takaichi, de 64 años, fue elegida como primera ministra en un contexto de inestabilidad política que marcó cinco cambios de liderazgo en apenas cinco años. Su llegada no solo representa un hecho histórico, sino que también abre interrogantes sobre el rumbo de uno de los países más conservadores del mundo.

Takaichi asumió el poder tras un acuerdo parlamentario que le permitió suceder a Shigeru Ishiba, pero su liderazgo comenzó con turbulencias. A los pocos días de ser designada como jefa del Partido Liberal Democrático (PLD), perdió el respaldo de su aliado tradicional, el partido Komeito, tras desacuerdos ideológicos y cuestionamientos sobre el financiamiento de su campaña. Para sostenerse en el Ejecutivo, selló una alianza con el Partido Innovación de Japón, aunque sin lograr mayoría legislativa.

Su perfil combina una ideología marcadamente conservadora con una biografía atípica para la política japonesa. Fanática del heavy metal, fue baterista aficionada y motociclista antes de ingresar al Parlamento en 1993. Admiradora de Margaret Thatcher y del ex primer ministro Shinzo Abe, se convirtió con los años en una figura influyente de la derecha nipona.

A pesar de haber prometido una mayor representación femenina en su gabinete, solo dos mujeres fueron nombradas ministras: Satsuki Katayama en Finanzas y Kimi Onoda en Seguridad Económica. La baja participación de mujeres en el poder sigue siendo una deuda pendiente: Japón ocupa el puesto 118 de 148 países en igualdad de género, y apenas el 15% de los escaños legislativos están ocupados por mujeres.

Takaichi ha abordado temas de salud femenina en sus discursos y habló públicamente sobre la menopausia, pero sostiene posturas tradicionales que generan debate. Se opone, por ejemplo, a permitir que las parejas casadas conserven apellidos distintos, y defiende una sucesión imperial exclusivamente masculina.

En el plano económico, enfrenta un país estancado, con una población que envejece y baja productividad. Propone continuar con políticas de estímulo fiscal y monetario, en línea con las aplicadas por Shinzo Abe, aunque sin promesas concretas de reformas estructurales. Su llegada generó cierto optimismo en los mercados, pero los desafíos de fondo permanecen.

En política exterior, mantiene una postura crítica hacia China, a la que acusa de “menospreciar a Japón”. Sin embargo, moderó su tono tras asumir y evitó asistir a actos que suelen generar tensiones diplomáticas, como la ceremonia del santuario de Yasukuni. Desde Pekín, el gobierno chino expresó su intención de mantener el diálogo, aunque exigió a Tokio que respete sus compromisos históricos.

La comunidad internacional recibió su designación con cautela y expectativa. Si bien su asunción marca un hecho simbólico de gran peso, su agenda aún no muestra señales claras de transformación en términos de igualdad o apertura. En una sociedad que reclama cambios, su liderazgo podría ser un punto de inflexión o una continuidad más del conservadurismo japonés.

Desde Salta, donde crecen los espacios de debate sobre el rol de las mujeres en el poder, la figura de Takaichi invita a reflexionar sobre los modelos de liderazgo y el camino que aún queda por recorrer en materia de representación real. Su gobierno recién comienza, pero ya dejó claro que no será neutral en las tensiones que marcan el presente japonés.


¿Te gustó la noticia? Compartíla!