La Confederación General del Trabajo (CGT) atraviesa horas decisivas para definir su nueva conducción en medio de un clima político cargado de incertidumbre y con la reforma laboral del Gobierno en el horizonte. Luego de una serie de reuniones entre los principales referentes gremiales, la central obrera parece haber encontrado un principio de acuerdo que destraba la pulseada por el triunvirato que conducirá la organización durante los próximos cuatro años.
Según trascendió de los encuentros mantenidos este lunes, el histórico dirigente de Comercio, Armando Cavalieri, decidió flexibilizar su postura y aceptar una fórmula que incluye a Cristian Jerónimo, representante del Sindicato del Vidrio, y a Jorge Sola, del gremio de Seguros, como dos de los tres integrantes del futuro triunvirato. La discusión por el tercer nombre sigue abierta, aunque todo indica que el equilibrio interno podría llegar de la mano de Octavio Argüello, referente de Camioneros y hombre cercano a Hugo Moyano.
La decisión de Cavalieri marcó un giro importante en el tablero sindical. Hasta hace pocos días, el veterano dirigente promovía postergar la elección y mantener la actual conducción por al menos seis meses más, argumentando que era necesario un liderazgo experimentado para afrontar la embestida del Ejecutivo nacional sobre los derechos laborales. Sin embargo, el nuevo escenario parece haberlo convencido de que la unidad es prioridad para sostener el peso político de la CGT.
Un congreso clave para el futuro gremial
El congreso confederal está convocado para este miércoles a las 9 de la mañana en el estadio de Obras Sanitarias. Allí, más de dos mil congresales de unos 200 gremios elegirán a los 50 miembros del Consejo Directivo que acompañarán a la nueva cúpula hasta 2029. La jornada promete ser intensa: además de definir el triunvirato, se pondrá a prueba la capacidad de la central para dejar atrás sus divisiones y proyectar una estrategia común frente al Gobierno nacional.
Con las negociaciones avanzadas en “un 80%”, según estiman dentro de la propia CGT, el consenso mayoritario gira en torno a garantizar un equilibrio entre las distintas vertientes del movimiento obrero. El ala de “los Gordos” —que agrupa a los gremios de mayor peso económico— busca mantener su influencia, mientras que los sectores más combativos, cercanos al moyanismo, reclaman representación para no quedar marginados.
El papel de Cavalieri fue determinante para destrabar el conflicto. Su cambio de postura se produjo tras una reunión con dirigentes de peso como Gerardo Martínez (UOCRA), Héctor Daer (Sanidad), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Guillermo Moser (Luz y Fuerza) y el propio Jerónimo. Ese encuentro marcó el punto de inflexión que permitió acercar posiciones y reactivar la convocatoria del congreso.
La búsqueda del equilibrio
Mientras tanto, el sector encabezado por Luis Barrionuevo —titular de Gastronómicos— mantiene reservas y amenaza con presentar una lista propia junto a Mario Calegari (UTA) y Omar Maturano (La Fraternidad). El bloque barrionuevista sostiene que la nueva conducción no debe quedar en manos de dirigentes con poca experiencia y reclama una representación proporcional para los gremios tradicionales del transporte y los servicios.
No obstante, la mayoría de los espacios sindicales apunta a evitar una fractura. Hugo Moyano, uno de los referentes más influyentes del movimiento obrero, se mantiene en un rol de mediador. En sus últimas apariciones públicas insistió en la necesidad de preservar la unidad como condición indispensable para enfrentar las políticas del presidente Javier Milei. Su guiño a la posible incorporación de Argüello al triunvirato es interpretado como una señal de consenso.
De concretarse esta fórmula, la CGT combinaría tres perfiles distintos pero complementarios: Jerónimo, representante de una generación más joven y con vínculos transversales entre distintas corrientes; Sola, con experiencia en negociaciones paritarias y reconocimiento entre los gremios de servicios; y Argüello, con el respaldo logístico y territorial del sindicato de Camioneros.
La interna y los desafíos que vienen
Pese al avance, persisten tensiones. Algunos sectores cuestionan el protagonismo de Jerónimo por provenir de un gremio relativamente pequeño —con unos 16 mil afiliados— y por su pasado cercano a Pablo Moyano. Otros temen que su presencia marque un giro dialoguista frente al Gobierno, en un momento en que la CGT se prepara para resistir una reforma laboral que busca flexibilizar condiciones de contratación, ampliar los períodos de prueba y reducir las indemnizaciones por despido.
Sin embargo, Jerónimo logró sumar apoyos de distintos espacios: ex aliados del moyanismo, dirigentes cercanos al kirchnerismo y referentes considerados moderados. Entre ellos se destacan Andrés Rodríguez (UPCN), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias) y Juan Pablo Brey (Aeronavegantes), quienes coinciden en la necesidad de modernizar la CGT sin perder su esencia de defensa de los trabajadores.
La expectativa en torno a la elección es alta porque la nueva conducción deberá afrontar un escenario social complejo, con una economía en recesión, caída del empleo formal y creciente conflictividad en distintos sectores. En ese contexto, el papel de la CGT será decisivo tanto para la negociación de paritarias como para definir su postura frente a las medidas económicas del Ejecutivo.
Una nueva etapa para el sindicalismo argentino
Más allá de las disputas internas, el proceso de renovación en la CGT refleja una transición generacional que el sindicalismo argentino venía postergando. La incorporación de dirigentes jóvenes como Jerónimo apunta a oxigenar la estructura y adaptarla a un mundo laboral en transformación, marcado por la digitalización, la informalidad y los nuevos modelos de empleo.
En los pasillos de la central obrera reconocen que el desafío no será solo político, sino también organizativo. La CGT deberá actualizar su agenda para incluir demandas que hoy superan los límites de la negociación salarial: desde la defensa del trabajo formal hasta la capacitación tecnológica y la participación de las mujeres en los espacios de conducción.
Si el congreso logra consagrar un triunvirato de consenso, la central saldrá fortalecida para enfrentar los meses que vienen. Pero si persisten las diferencias y se impone la fragmentación, el riesgo será perder peso frente a un Gobierno decidido a avanzar con su programa de reformas estructurales.
En ese delicado equilibrio se define el futuro del movimiento obrero argentino. Con la mirada puesta en el congreso de este miércoles, la CGT se prepara para una nueva etapa en la que deberá demostrar que la unidad no es solo una consigna, sino una herramienta real para defender los derechos de los trabajadores.