El clima político en el Congreso volvió a ganar temperatura tras la reunión que la vicepresidenta Victoria Villarruel mantuvo con Patricia Bullrich, ministra de Seguridad y senadora electa por La Libertad Avanza. El encuentro, que se extendió cerca de una hora y se desarrolló sin asesores presentes, fue leído como una señal de ordenamiento interno para el oficialismo en la antesala del recambio legislativo de diciembre.
Bullrich llegó al Senado para completar los trámites previos a la revisión de diplomas, un paso indispensable antes de asumir la banca. Apenas terminó, se dirigió directamente al despacho de la vicepresidenta. La decisión de mantener una conversación a solas, sin intermediarios, sorprendió a varios dentro de la Cámara Alta y reforzó la idea de que ambas buscaban un diálogo franco sobre el funcionamiento parlamentario que se viene.
La Libertad Avanza pasará de siete a veinte bancas en el Senado, un salto significativo pero que no garantiza mayoría propia. En ese contexto, la relación entre Bullrich —futura jefa del bloque— y Villarruel —responsable del orden parlamentario— se vuelve estratégica. La ministra transmitió la necesidad de asegurar que los proyectos del Gobierno avancen sin trabas en comisiones ni en el recinto, algo indispensable para sostener la agenda de Javier Milei.
La reunión también sirve para dejar atrás tensiones recientes. Semanas atrás, Bullrich había criticado públicamente a la vicepresidenta por supuestamente frenar iniciativas oficialistas. Aquella fricción generó ruido interno, especialmente cuando el Gobierno intenta mostrar cohesión hacia afuera. La foto política de ahora apunta a encarrilar la relación y enviar un mensaje de coordinación institucional.
Villarruel, según trascendidos en el Senado, reafirmó que su rol es garantizar el funcionamiento del cuerpo, más allá de las disputas partidarias. Su predisposición a facilitar el tratamiento de proyectos aparece como un punto clave para el oficialismo, que todavía deberá construir acuerdos con otros bloques para lograr dictámenes y mayorías.
Desde provincias como Salta, donde cada movimiento nacional repercute en la agenda local, la reunión fue seguida de cerca. El Senado suele ser el ámbito donde se negocian fondos, obras y políticas que impactan directamente en el interior. Por eso, cualquier alineamiento entre Villarruel y el oficialismo se interpreta también como un anticipo del tipo de discusiones que se vienen.
El gesto de mantener la reunión sin asesores llamó la atención de propios y ajenos. Para algunos legisladores, se trató de un modo de evitar filtraciones o interpretaciones cruzadas; para otros, una señal de que ambas querían hablar sin interferencias en un momento clave para ordenar la dinámica legislativa.
A partir de diciembre, la Cámara Alta se convertirá en uno de los escenarios más sensibles del tablero nacional. Las tensiones entre bloques, la disputa por mayorías circunstanciales y la velocidad con la que avance la agenda del Gobierno marcarán el ritmo político del verano. Bullrich ya anticipó que su objetivo será darle impulso a los proyectos del Ejecutivo, mientras que Villarruel deberá equilibrar su responsabilidad institucional con las necesidades del oficialismo.
El encuentro dejó un mensaje nítido: el Gobierno busca evitar trabas parlamentarias y ordenar el frente interno antes de que empiecen las sesiones más intensas del año. Con una agenda cargada y un clima político que sigue moviéndose, la foto de Villarruel y Bullrich asoma como un primer paso para calibrar el funcionamiento del Senado en una etapa decisiva para el país.