En el corazón de Salta, donde la calma de las calles contrasta con los secretos que esconden algunos hogares, Constanza Lee decidió alzar la voz.
Esta madre, con un coraje que nace del dolor, relató el infierno que vivió durante años junto a su hija Sofía, víctimas de violencia física, psicológica y sexual por parte de su exesposo, un médico cardiólogo identificado como R.F. Actualmente imputado por abuso sexual con acceso carnal, el hombre de 60 años sigue ejerciendo su profesión en el Hospital San Bernardo, mientras la causa judicial avanza con una lentitud que desespera a las víctimas.
El calvario de Constanza comenzó hace más de una década, cuando su vida en pareja se convirtió en una pesadilla. “Vivíamos en una jaula invisible”, recuerda con la voz entrecortada. En su hogar, cada rincón era escenario de miedo: golpes, insultos y humillaciones eran moneda corriente. “Me decía que no servía para nada, que no podía vestirme de cierta manera ni salir sin su permiso. Todo lo decidía él”, relata. Pero el sufrimiento no se limitaba a ella. Su hija Sofía, hoy de 27 años, también fue víctima de un trato cruel que dejó marcas imborrables.
La historia de Constanza y Sofía es un grito contra el silencio que muchas veces envuelve a la violencia intrafamiliar. “Yo me juré que nunca más iba a callar. Hablar es la única manera de empezar a sanar, aunque las heridas nunca cierren del todo”, sentencia Constanza, con una mezcla de dolor y determinación. Su relato no solo expone el drama personal, sino que pone en el centro del debate la necesidad de justicia y el rol de las instituciones en casos de abuso en Salta.
Un infierno puertas adentro
La vida de Constanza cambió cuando se instaló con su familia en la capital salteña. Lo que parecía ser un nuevo comienzo se transformó en un calvario. Su exesposo, un profesional respetado en el ámbito médico, ejercía un control absoluto sobre la familia. “No podíamos dejar nada fuera de lugar, no podíamos hablar fuerte. Vivíamos pendientes de no enojarlo. Era un infierno”, describe. Los episodios de violencia no discriminaban: Constanza sufría agresiones físicas y psicológicas, mientras que Sofía, apenas una niña, era blanco de insultos y maltratos que ninguna criatura debería soportar.
Sofía nació prematura y estuvo al borde de la muerte, pero ni siquiera eso ablandó el corazón de su padre. “La ignoraba por completo. Cuando tenía tres años, empezó a decirle cosas horribles, palabras que una nena jamás debería escuchar de su papá”, cuenta Constanza, con la culpa que aún la persigue por no haber podido protegerla. A medida que Sofía crecía, los maltratos escalaron. Constanza recuerda un episodio que la marcó para siempre: su hijo Franco, ya adolescente, le confesó con crudeza: “Mamá, nunca me voy a olvidar de cómo papá la cagaba a palos a Sofía”. Esa frase fue un punto de quiebre.
El abuso sexual fue otro capítulo oscuro en esta historia. Constanza relata con crudeza las noches en las que era obligada a tener relaciones con su esposo. “Lloraba debajo de él, pero no había escapatoria. Me exigía todos los días, no importaba lo que yo sintiera”, confiesa. Sofía, por su parte, también sufrió violencia sexual, un trauma que la acompaña hasta hoy. “Nadie imagina lo que pasa puertas adentro. Pero el daño queda para siempre”, asegura Constanza.
La lucha por justicia en Salta
Hace cinco años, Constanza decidió romper el silencio y denunciar a su exesposo. La causa, que lleva el legajo 190.747/24, se tramita en el Juzgado de Garantías 3° Nominación del distrito Centro. El acusado enfrenta cargos por abuso sexual con acceso carnal, pero el proceso judicial avanza con una lentitud que indigna a las víctimas. “Hice la denuncia hace cinco años y seguimos esperando justicia. Mientras tanto, él sigue trabajando como si nada en el Hospital San Bernardo”, reclama Constanza, señalando una realidad que preocupa a muchos salteños: la impunidad de profesionales en puestos de prestigio frente a graves acusaciones.
El abogado de Constanza y Sofía ya solicitó la elevación a juicio, pero la espera continúa. “Es agotador. Cada día que pasa sin una resolución es un día más de angustia”, admite Constanza. Sin embargo, su decisión de hablar públicamente no solo busca justicia para ella y su hija, sino también visibilizar un problema que afecta a muchas familias en Salta y en todo el país. “No quiero que se tape más. Callar nos destruyó durante años. Quiero que se sepa, que nadie más dude”, enfatiza.
Fuente El Tribuno