La tranquilidad de Aguas Blancas volvió a quebrarse con un hecho tan grave como inusual. Una vecina del departamento Orán denunció ante la Justicia Federal que su hijo de 16 años y dos amigos fueron víctimas de un secuestro extorsivo en plena madrugada. Según su relato, los jóvenes fueron interceptados por un grupo armado que los retuvo por varios minutos y exigió 5 mil dólares para liberarlos. La madre, desesperada, entregó el dinero en su propia casa a uno de los captores.
De acuerdo con la denuncia, todo comenzó alrededor de las 3.30 de la madrugada del viernes, cuando los tres adolescentes caminaban por las inmediaciones del centro de salud local. En ese momento, una camioneta blanca con varios ocupantes se cruzó de manera repentina en su camino. De ella bajaron hombres armados, algunos con el rostro cubierto, que los obligaron a subir entre amenazas y golpes.
Los secuestradores trasladaron a los chicos por la Ruta Nacional 50 hasta un camino vecinal próximo al paraje Peña Colorada, una zona rural conocida por su difícil acceso y la cercanía con el río Bermejo. Allí los mantuvieron cautivos durante cerca de 40 minutos. Según el testimonio de las víctimas, los agresores intentaron atarlos, los insultaron y los amenazaron con armas de fuego y cuchillos mientras les exigían que se comunicaran con sus familias.
En medio del terror, uno de los adolescentes logró enviarle un mensaje a su madre: “Mamá, no les vayas a decir nada, nos tienen acá en la finca donde vamos a pescar, nos quieren atar”, habría escrito desde su celular. Minutos después, la mujer recibió otro mensaje con la exigencia directa: 5.000 dólares a cambio de liberar a los chicos.
El pánico se apoderó de la familia. Sin saber si se trataba de una amenaza real o un intento de estafa, la madre decidió hacer lo que le pedían. Cerca de las 4.30, un hombre con el rostro parcialmente cubierto llegó hasta su vivienda y pidió el dinero. La mujer entregó la suma solicitada, temiendo por la vida de su hijo. Quince minutos más tarde, los adolescentes regresaron a su casa. Estaban alterados, llorando, y aunque no presentaban heridas visibles, el impacto psicológico fue evidente.
La mujer presentó la denuncia en la sede de la Justicia Federal de Orán. Allí aportó pruebas clave: capturas de pantalla de los mensajes, la ubicación enviada por los jóvenes y la descripción del vehículo que los secuestró. Con esa información, los investigadores comenzaron a reconstruir el recorrido del grupo armado y a identificar posibles conexiones con bandas que operan en la frontera con Bolivia, donde el contrabando y el narcotráfico son moneda corriente.
Uno de los aspectos que más llamó la atención de los investigadores fue el modo en que se ejecutó el pago: los captores fueron personalmente a buscar el dinero a la casa de la víctima. Según fuentes del entorno judicial, ese detalle no es habitual en los secuestros extorsivos, ya que suele usarse una cuenta o un punto intermedio para evitar riesgos. Esa acción podría indicar que los delincuentes conocían previamente a la familia o se movían con cierta impunidad en la zona.
Aguas Blancas, ubicada a pocos kilómetros de la frontera con Bolivia, es una localidad acostumbrada a convivir con hechos de inseguridad vinculados al tráfico de drogas, mercadería de contrabando y paso ilegal de personas. En los últimos años, distintos operativos de Gendarmería Nacional y la Policía Federal lograron desbaratar bandas dedicadas al transporte de cocaína y al robo de vehículos, pero los vecinos aseguran que el delito se mantiene latente.
El secuestro extorsivo, sin embargo, marca un nuevo nivel de violencia. En la frontera norte, los casos de privación ilegítima de la libertad con fines de rescate son muy poco frecuentes. La denuncia generó alarma no solo entre los habitantes de Aguas Blancas, sino también en las localidades cercanas como Orán y Pichanal, donde se teme que el hecho esté relacionado con disputas entre grupos delictivos o con redes de tráfico que utilizan caminos secundarios para moverse entre ambos países.
La Justicia Federal trabaja ahora en varias líneas de investigación. Una de ellas apunta a determinar si los captores son parte de una banda que opera habitualmente en la zona o si se trató de un hecho aislado. También se busca establecer el origen del dinero exigido y si los delincuentes sabían que la familia tenía la posibilidad de reunir esa suma rápidamente, lo que podría reforzar la hipótesis de que conocían a las víctimas.
Fuentes del caso indicaron que los investigadores analizan registros de cámaras de seguridad instaladas en la ruta y en los accesos a la localidad, así como testimonios de vecinos que habrían visto circular una camioneta con características similares a la denunciada durante esa madrugada.
Mientras tanto, la comunidad de Aguas Blancas permanece conmocionada. En redes sociales, varios vecinos expresaron su preocupación por el nivel de inseguridad que se vive en la zona y reclamaron mayor presencia policial y controles fronterizos. “Ya no se puede ni salir de noche”, comentó una vecina en un grupo local, reflejando el temor generalizado.
La mujer que denunció el hecho se mantiene bajo resguardo y colabora con las autoridades en la investigación. Su hijo, en tanto, recibe asistencia psicológica por el trauma vivido. Aunque los tres adolescentes lograron regresar con vida, el episodio dejó al descubierto una realidad que preocupa: la vulnerabilidad de las familias que viven en los límites del país, donde la delincuencia parece moverse entre la sombra del silencio y la falta de control estatal.
Por estas horas, la Justicia Federal de Orán continúa con las medidas investigativas y no descarta nuevas detenciones. El caso podría derivar en una causa de mayor alcance si se confirma la participación de organizaciones criminales con ramificaciones transfronterizas.
El secuestro extorsivo en Aguas Blancas reaviva una discusión que lleva años sin resolverse: la necesidad urgente de reforzar la seguridad en la frontera norte, una zona donde los límites entre Argentina y Bolivia muchas veces se difuminan, y donde la vida cotidiana de los vecinos se desarrolla bajo la sombra constante del miedo.