Con la llegada de las primeras olas de calor, la pileta vuelve a ocupar un lugar central en los planes del verano argentino. Para muchas familias, representa una forma de refrescarse sin salir de casa, reducir gastos en clubes o colonias y aprovechar mejor el espacio del patio. Sin embargo, más allá del entusiasmo inicial, la decisión de instalar una pileta implica una inversión que va mucho más allá del precio de compra.
Hoy, el mercado ofrece alternativas para casi todos los bolsillos, desde piletas desmontables que se arman en pocas horas hasta estructuras permanentes de material con equipamiento completo. La diferencia no está solo en el tamaño o la estética, sino también en los costos de mantenimiento, consumo eléctrico y reposición de insumos, que se sienten mes a mes durante toda la temporada.
Las opciones más accesibles siguen siendo las piletas de lona y los modelos estructurales. No requieren obra, se instalan rápidamente y permiten un uso estacional sin mayores complicaciones. Una pileta de lona inflable redonda se consigue desde los $70.000, mientras que los modelos rectangulares de mayor tamaño o marcas más reconocidas arrancan en torno a los $200.000 y pueden superar los $300.000, según las dimensiones.
A ese valor inicial suele sumarse la compra de accesorios básicos como cubrepileta, base protectora, escalera o kit de limpieza, que agregan unos $30.000 o más al presupuesto. Aunque parezcan detalles menores, cumplen un rol clave para prolongar la vida útil del producto y facilitar el mantenimiento diario.
Un escalón más arriba aparecen las piletas de fibra de vidrio y las prearmadas, que combinan mayor durabilidad con una estética más cuidada. En este segmento, los precios parten desde aproximadamente $1.500.000 para los modelos chicos y pueden superar los $4.000.000 en versiones más grandes o con equipamiento adicional.
En general, estos valores incluyen la estructura y el sistema de filtrado, pero no siempre contemplan trabajos complementarios como excavación, retiro de tierra, nivelación del terreno, conexiones eléctricas especiales o pisos perimetrales. Por eso, antes de avanzar, se recomienda solicitar presupuestos detallados y confirmar qué está incluido para evitar sobrecostos inesperados.
Las piletas de material representan la opción más completa y también la más costosa. El precio final depende de múltiples variables: tamaño, profundidad, tipo de revestimiento, borde, iluminación, climatización y sistemas de automatización. En términos generales, una piscina básica puede rondar los US$10.000, mientras que los modelos más equipados alcanzan los US$20.000 o más.
Con el valor actual del dólar, eso se traduce en una inversión que va desde los $14 millones hasta cerca de $30 millones. Aun así, la demanda se mantiene firme. En el sector aseguran que el consumidor está cada vez más informado y ya no decide solo por precio: la calidad de la obra, la garantía, el servicio postventa y el asesoramiento técnico pesan tanto como el costo final.
En cuanto a las tendencias, el modelo estándar de ocho por cuatro metros sigue siendo el más elegido, muchas veces con playa húmeda incorporada. A partir de esa base, es habitual sumar detalles de confort como bordes atérmicos, luces LED subacuáticas o sistemas de control remoto para el filtrado.
En paralelo, creció la demanda de jacuzzis inflables y spa portátiles. Pensados más para el relax que para el uso recreativo intensivo, ocupan menos espacio y consumen menos agua. Los precios arrancan cerca del millón de pesos y pueden superar los $2.500.000, según la capacidad y las funciones. Si bien no reemplazan a una pileta tradicional, se consolidaron como una alternativa para patios chicos o terrazas.
Más allá del tipo de pileta elegido, uno de los puntos que más sorprende a quienes compran por primera vez es el costo de mantenimiento. Mantener el agua limpia y segura exige una rutina constante y una serie de insumos que no pueden omitirse.
Durante la temporada alta, el gasto mensual en productos químicos ronda el equivalente a entre US$130 y US$140. En la práctica, ese monto incluye cloro granulado o pastillas multifunción, alguicida, clarificador y correctores de pH. Un kilo de cloro cuesta hoy entre $8.000 y $11.000, y en piletas de uso intensivo su consumo puede duplicarse o triplicarse en un mes.
El alguicida y el clarificador, que se aplican de forma regular en días de altas temperaturas, cuestan entre $7.000 y $10.000 por litro cada uno. A eso se suman los correctores de pH, con valores que van desde los $5.000 hasta los $20.000, y los kits de medición, indispensables para controlar la calidad del agua.
Cuando se suman estos insumos al consumo eléctrico de la bomba de filtrado, que debe funcionar varias horas por día, el gasto mensual total durante el verano puede acercarse a los $190.000 o $200.000 para una pileta promedio. En los meses de invierno, ese costo se reduce de manera significativa, ya que el mantenimiento es mínimo y el uso casi nulo.
En el caso de las piletas de material, también hay que contemplar la pintura y la puesta a punto cada dos o tres temporadas. Hoy, una lata de pintura específica para piscinas cuesta entre $40.000 y $80.000, según el tipo y la marca.
Antes de tomar una decisión, los especialistas recomiendan evaluar el espacio disponible, la cantidad de personas que la usarán, el consumo eléctrico y los costos de mantenimiento a largo plazo. La pileta no es solo un gasto inicial: es un compromiso que se renueva cada verano. Con planificación y números claros, el disfrute puede ser pleno y sin sobresaltos.