Ocho años después de la desaparición del submarino ARA San Juan, la Argentina vuelve a detenerse ante una fecha que todavía conmueve. En Salta, el recuerdo se vuelve más cercano: siete de los 44 tripulantes eran de esta provincia, y sus nombres —Ramiro Arjona, Roberto Medina, Jorge Valdez, Víctor Enríquez, Sergio Cuellar, Luis Nolasco y Cristian Ibáñez— siguen ocupando un lugar profundo en la memoria colectiva.
El 15 de noviembre de 2017 marcó un quiebre que todavía se siente. Aquel día, el submarino dejó de comunicarse con las bases argentinas tras informar un problema eléctrico, lo que derivó en un operativo de búsqueda sin precedentes. Durante jornadas enteras, el país entero siguió cada novedad con la esperanza de un milagro que nunca llegó.
El ARA San Juan había zarpado dos días antes desde Ushuaia, con la misión de patrullar el Atlántico Sur para controlar la pesca ilegal, un tema sensible para la protección de los recursos marítimos argentinos. Tras el reporte de fallas, se le ordenó dirigirse rumbo a Mar del Plata, pero ese contacto sería el último. El 17 de noviembre se declaró oficialmente la pérdida de comunicación, y comenzó un despliegue nacional e internacional que, pese a los esfuerzos, no logró encontrar sobrevivientes.
Con el paso del tiempo, diversas pericias han intentado reconstruir qué ocurrió en las profundidades del océano. La hipótesis más aceptada señala una falla en la válvula “Eco-19”, parte del sistema de ventilación de las baterías de proa. Ese desperfecto habría permitido el ingreso de agua de mar hacia las baterías, provocando un cortocircuito, la acumulación de hidrógeno y, finalmente, una explosión interna que derivó en la implosión del submarino. Aquel 15 de noviembre, la tripulación había informado un conato de incendio derivado de ese cortocircuito, por lo cual realizaron maniobras en superficie para renovar el aire y cargar energía antes de volver a inmersión.
Aunque se trata de explicaciones técnicas, las dudas aún persisten y las familias continúan reclamando claridad, respeto y un compromiso firme para evitar tragedias similares. Ese pedido de verdad y justicia se repite cada año, sostenido por la convicción de que la memoria de los 44 tripulantes merece un tratamiento responsable y transparente.
En Salta, los homenajes se multiplican. Placas conmemorativas, murales y encuentros comunitarios recuerdan la entrega de los siete marinos salteños. En barrios de la capital y en localidades del interior, los actos suelen reunir a familiares, amigos, escuelas y vecinos que buscan mantener vivo el legado de quienes sirvieron al país con vocación y compromiso.
La provincia tiene una larga tradición de jóvenes que eligen las fuerzas armadas como camino de vida, y la tragedia del ARA San Juan dejó una marca particular en esa identidad. Las historias de los tripulantes salteños —sus infancias, sus sueños, sus vínculos— siguen circulando en cada homenaje, humanizando una tragedia que por momentos parece demasiado técnica o distante.
A ocho años del dolor, el recuerdo sigue intacto y se renueva con cada aniversario. En Salta, la presencia de estos siete héroes continúa latiendo en la memoria provincial. Sus familias sostienen el reclamo de respuestas y el pedido de que su sacrificio no quede enterrado en el fondo del mar ni olvidado en un expediente.
La provincia los honra no solo con palabras, sino con el compromiso de mantener viva su historia, reafirmando que la memoria es el único camino para que tragedias como la del ARA San Juan nunca vuelvan a repetirse.