En medio de una campaña electoral cada vez más tensa en Salta, monseñor Mario Antonio Cargnello lanzó un llamado contundente: “Basta de insultos, nuestro pueblo merece ver que nuestros dirigentes se respetan”. El arzobispo pronunció estas palabras durante la homilía previa al tradicional Pacto de Fidelidad al Señor y la Virgen del Milagro, ceremonia central de la devoción salteña que congrega a miles en el monumento 20 de Febrero.
Con el 26 de octubre a la vuelta de la esquina y un escenario político marcado por las confrontaciones, Cargnello subrayó la necesidad urgente de poner fin a la violencia verbal que no solo enrarece la política, sino que también impacta en la vida social de Salta. El mensaje fue claro: el respeto y la convivencia pacífica deben estar al centro, especialmente en tiempos electorales, para que la provincia pueda avanzar con esperanza y unidad.
El arzobispo recordó que el Milagro de este año se enmarca en el Año Santo de la Esperanza convocado por el papa Francisco, un contexto que invita a renovar el compromiso cristiano y social. “Celebramos este pacto para gloria de Dios y con la certeza de que Él está con nosotros, dándonos fuerzas para seguir adelante”, afirmó durante su homilía.
Más allá del pedido de respeto entre dirigentes, Cargnello puso el foco en problemáticas muy presentes en Salta: la pobreza, la violencia callejera y, especialmente, las adicciones que afectan a tantos jóvenes. “Debemos apostar fuerte a la educación de nuestros niños y adolescentes, enseñándoles valores que les permitan construir vínculos sanos y alejarlos de la esclavitud del alcohol y las drogas”, señaló con preocupación.
En la provincia, donde muchas familias enfrentan diariamente estas dificultades, el arzobispo insistió en la importancia del acompañamiento familiar. “No tengamos miedo de estar al lado de los chicos, de ofrecerles contención y amor, porque es la base para que puedan crecer dignamente”, explicó, en un llamado claro a fortalecer los lazos familiares y sociales.
El respeto, según Cargnello, debe ser una práctica cotidiana no solo en la política, sino también dentro de cada hogar y en las calles de Salta. “No podemos naturalizar la violencia ni acostumbrarnos a ver jóvenes que mendigan su vida en nuestras calles”, alertó, instando a toda la comunidad a tomar conciencia del valor de cada persona.
El arzobispo concluyó con una invitación al cambio profundo: “Estamos llamados a caminar desde el insulto al buen trato, del odio al amor, de la venganza al perdón, del egoísmo al servicio”. Esta transformación, aseguró, es la única vía posible para construir una Salta más justa y solidaria.
Sobre el Pacto de Fidelidad, Cargnello lo definió como una alianza espiritual que compromete a salteños y salteñas a sostenerse mutuamente en la esperanza y la búsqueda de la paz. “No basta con renovar el pacto una vez al año, tenemos que vivirlo todos los días, en cada acto de respeto y fraternidad”, enfatizó.
El llamado final del arzobispo fue a poner el compromiso personal al servicio del bien común. “Cuenta con nosotros, Señor, para sembrar un mundo de paz y fraternidad, donde el respeto hacia los demás sea una tarea diaria”, afirmó. Y cerró con un mensaje de fe que resuena en cada rincón de Salta: “La última palabra la tiene el Señor de la vida. La esperanza nunca se apaga”.
En un momento clave para la provincia, con elecciones que definirán el rumbo local, las palabras de Cargnello invitan a la reflexión y a construir un futuro desde el diálogo y la unidad. La provincia de Salta, con su historia, cultura y fuerte identidad, necesita ese compromiso colectivo para superar los desafíos que atraviesa y continuar siendo un ejemplo de fe y esperanza en el noroeste argentino.