Los especialistas coinciden: la siesta perfecta no dura ni 35 ni 60 minutos… la clave está en que sea breve, de entre 10 y 20 minutos. Según múltiples investigaciones, un descanso corto potencia la concentración, mejora la memoria, reduce el estrés y contribuye a la salud cardiovascular. En cambio, quedarse dormido más de 30 minutos activa el “sueño profundo” y al despertar genera confusión en lugar del impulso que se buscaba.
Un estudio publicado por la Universidad de Harvard indica que las siestas cortas mejoran el aprendizaje, favorecen la consolidación de memoria y ayudan a disminuir los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Además, contribuyen al bienestar del corazón.
¿Por qué entre 10 y 20 minutos?
A los 10 minutos, se accede a un descanso liviano sin caer en fases profundas. Varios estudios (como los de Flinders University en Australia) muestran que esa duración ofrece beneficios de energía y rendimiento mental por hasta tres horas después.
Las siestas de 20 minutos aportan un leve plus: una mejora del estado de alerta que puede durar unas dos horas. Aunque el despertar puede demorarse un poco más, sigue siendo positivo si no pasás los 30 minutos.
Dormir más de 30 minutos puede activar el “inercia del sueño”: ese estupor post siesta que te deja casi más embobado que antes de dormir. Además, estudios epidemiológicos de adultos muestran que dormir más de 60 minutos con regularidad se relaciona con mayores riesgos cardíacos, presión alta y diabetes.