Las teorías acerca del fin del mundo no son para nada nuevas. De hecho, son tan antiguas como las civilizaciones mismas. La humanidad especula con eso desde hace milenios.
Los sumerios y babilonios tenían mitos sobre catástrofes mundiales 2000 años antes del nacimiento de Cristo. Famosos clarividentes como Nostradamus y Baba Vanga también le pusieron fecha al colapso planetario, aunque recién en las últimas décadas estas predicciones encontraron algún tipo de correlato científico.
Un año antes de su muerte en 2018, el legendario físico teórico Stephen Hawking participó del documental “La búsqueda de una nueva tierra”, producido por la BBC, en la que no sólo estimó las posibles causas del fin del mundo, sino que también aventuró una fecha tentativa. Las advertencias del astrofísico británico son un claro llamado de atención, ya que en otras oportunidades pronosticó escenarios que años más tarde se verificaron en la realidad.
La terrible predicción de Stephen Hawking sobre el fin del mundo
Contrariamente a los escenarios apocalípticos que se ven en las producciones hollywoodenses de ciencia ficción, el fin de la Tierra que plantea Hawking no incluye invasiones alienígenas ni impactos de meteoritos monstruosos. Según el científico, el colapso de la humanidad llegará por factores autodestructivos generados por la propia actividad humana.
Pone en el centro de la escena al hacinamiento por la sobrepoblación, la explotación descontrolada de los recursos naturales y, por supuesto, al cambio climático, un factor estrechamente ligado con los dos mencionados anteriormente. En el documental explica que el aumento desmesurado de la cantidad de habitantes, junto con el consumo insostenible de energía, podría llevar a un efecto invernadero descontrolado.
Este fenómeno desembocaría en un aumento exponencial de las temperaturas globales, por lo que la atmósfera se transformaría en una especie de súper horno. La consecuencia final, aseguró Hawking, será un planeta Tierra con temperaturas de 250 grados, similares a las de Venus, y con lluvia de ácido sulfúrico. Es decir, el mundo se convertiría en una gigantesca bola de fuego inhabitable por las extremas condiciones climáticas. Este escenario podría llegar en el año 2600, mucho antes de lo pensado.