La energía se convirtió este año en uno de los principales motores de generación de divisas para la Argentina. En los primeros once meses de 2025, las exportaciones energéticas superaron por primera vez los USD 10.000 millones, un hito que refleja el impacto directo del crecimiento sostenido de la producción de petróleo y gas no convencional, con Vaca Muerta como eje central del despegue.
El desempeño del sector no solo se expresó en el salto de las ventas al exterior, sino también en una balanza comercial ampliamente favorable. Hasta noviembre, el intercambio energético acumuló un superávit cercano a los USD 6.900 millones, mientras que solo en ese mes el saldo positivo alcanzó los USD 858 millones. Se trata de cifras que marcan un punto de inflexión para una actividad que durante años fue deficitaria y dependiente de importaciones.
El avance se explica por una combinación de factores. Por un lado, el aumento sostenido de la producción de hidrocarburos, especialmente en los yacimientos no convencionales. Por otro, una reducción significativa de las importaciones energéticas, que retrocedieron cerca de un 19% en el acumulado del año. Este doble efecto permitió fortalecer el resultado comercial y aliviar la presión sobre las cuentas externas del país.
En términos productivos, 2025 quedará marcado como un año récord. En octubre, la extracción total de petróleo en Argentina superó los 859.000 barriles diarios, el nivel más alto desde fines de la década del noventa. Más del 60% de ese volumen provino de Vaca Muerta, la formación ubicada en la cuenca neuquina que se consolidó como el principal activo estratégico del sector energético nacional.
La producción de gas también mostró un crecimiento sostenido, lo que permitió no solo abastecer la demanda interna durante los meses de mayor consumo, sino también ampliar los envíos al exterior. Este escenario reforzó el perfil exportador de la energía y contribuyó a posicionar a la Argentina como un proveedor cada vez más relevante en los mercados regionales.
Dentro del total de exportaciones del país, los combustibles y la energía representaron alrededor del 12,6%, una participación que refleja el peso creciente del sector en la estructura del comercio exterior. Entre los productos más relevantes se destacaron los aceites crudos de petróleo, que concentraron una porción significativa de los despachos y se ubicaron entre los principales generadores de divisas.
El cambio de tendencia también se evidenció en la dinámica de las importaciones. La mayor disponibilidad de producción local permitió reducir la compra de energía en el exterior, especialmente combustibles líquidos y gas, lo que impactó de manera directa en la mejora del saldo comercial. Este proceso marcó un contraste claro con años anteriores, cuando el déficit energético era uno de los principales factores de desequilibrio externo.
Más allá de los números coyunturales, el desempeño del sector refleja una transformación de fondo. La maduración de Vaca Muerta, acompañada por inversiones en infraestructura, mejoras tecnológicas y un mayor nivel de eficiencia operativa, permitió que la producción no convencional gane competitividad y alcance estándares comparables con los principales desarrollos a nivel internacional.
Este nuevo escenario abre perspectivas de mediano y largo plazo para la economía argentina. La energía aparece como un pilar clave para sostener el ingreso de dólares, diversificar las exportaciones y reducir la vulnerabilidad externa. Al mismo tiempo, el crecimiento del sector genera encadenamientos productivos, empleo y actividad en distintas regiones del país.
El desafío hacia adelante será sostener este ritmo de expansión. La continuidad de las inversiones, la ampliación de la capacidad de transporte y la estabilidad de las reglas de juego serán factores determinantes para consolidar el perfil exportador alcanzado en 2025. En ese camino, Vaca Muerta seguirá siendo el principal motor, pero el impacto ya se proyecta sobre todo el entramado energético nacional.
Con exportaciones en máximos históricos y una balanza comercial sólida, la energía dejó de ser un problema estructural para convertirse en una de las grandes oportunidades de la Argentina en el escenario global.