El miedo y la desesperación volvieron a apoderarse de Río de Janeiro. La capital turística de Brasil se convirtió, una vez más, en escenario de un episodio de violencia extrema: al menos 132 personas murieron luego de una operación policial contra el Comando Vermelho, una de las bandas criminales más poderosas del país. Se trata del operativo más letal en la historia de la ciudad, con un saldo que dejó atónitos incluso a los propios organismos oficiales.
Durante la mañana del miércoles, vecinos de la favela de la Penha salieron a las calles con una imagen desgarradora: más de sesenta cuerpos alineados en una plaza, en señal de protesta y desesperación. Las familias, sin respuestas oficiales, comenzaron a buscar a sus desaparecidos por cuenta propia. Muchos de los fallecidos habían sido reportados como detenidos o heridos el día anterior.
Mientras el Gobierno regional confirmó 119 muertos, la Defensoría Pública elevó la cifra a 132. Los funcionarios del organismo acompañaron desde la madrugada las búsquedas y participaron en la identificación de los cuerpos en los institutos forenses. La institución también comenzó a recopilar testimonios de los familiares para exigir una respuesta institucional frente a lo que calificaron como una violencia estatal sin precedentes.
El operativo, lanzado el martes, se desarrolló principalmente en los complejos de favelas de la Penha y del Alemão, donde el Comando Vermelho tiene fuerte presencia. Según el balance oficial, murieron cuatro agentes y 115 supuestos miembros de la organización criminal. Además, fueron detenidos 113 sospechosos y se incautaron 119 armas y 14 artefactos explosivos.
Desde la Policía Civil defendieron la acción, argumentando que “solo se abatió a quienes eligieron enfrentarse”. Las declaraciones oficiales, sin embargo, no lograron calmar el repudio social ni las críticas de organizaciones humanitarias que denunciaron un exceso en el uso de la fuerza.
Durante la jornada del martes, los enfrentamientos dejaron a Río prácticamente paralizada. Hubo bloqueos en las principales avenidas del norte de la ciudad, suspensión del transporte público, cierre de escuelas y centros de salud, y cientos de familias encerradas en sus casas sin poder salir. El sonido de los disparos y las sirenas se extendió durante horas, mientras los helicópteros sobrevolaban los barrios más afectados.
El miércoles amaneció con una calma tensa. Si bien ya no se registraban bloqueos, gran parte de los comercios y establecimientos educativos permanecían cerrados. Los habitantes de las favelas intentaban retomar algo de normalidad, aunque la presencia policial seguía siendo fuerte y el miedo latente.
La operación se enmarca en una larga historia de violencia urbana que atraviesa Río desde hace décadas. Las bandas criminales, con fuerte control territorial, mantienen enfrentamientos permanentes con las fuerzas de seguridad. El Comando Vermelho —nacido en los años 70 en las cárceles brasileñas— domina buena parte del tráfico de drogas en la región y disputa el poder con otras facciones, como el Primer Comando de la Capital (PCC).
La magnitud de la tragedia provocó conmoción en todo Brasil y reabrió el debate sobre la estrategia de seguridad en las favelas, donde los operativos suelen dejar un alto número de víctimas civiles. Las organizaciones sociales y de derechos humanos exigen que se investiguen las responsabilidades de las fuerzas de seguridad y que se garantice asistencia a las familias afectadas.
Mientras tanto, la Defensoría Pública continúa acompañando a los vecinos en las tareas de identificación de los cuerpos y registro de los desaparecidos. Las escenas en los barrios de la Penha y del Alemão reflejan el profundo dolor de una comunidad que, una vez más, quedó atrapada entre la violencia del crimen organizado y las balas del Estado.
En un país donde la desigualdad y la inseguridad se entrelazan desde hace décadas, Río de Janeiro vuelve a mostrar su cara más dura. Lo que debía ser un operativo contra el narcotráfico terminó convirtiéndose en una masacre que sacude a Brasil y deja una herida difícil de cerrar.