Filipinas enfrenta una de sus peores emergencias meteorológicas del año después de que el supertifón Fung-wong golpeara con fuerza la costa este del archipiélago. Al menos cinco personas perdieron la vida y más de un millón fueron evacuadas de manera preventiva ante la llegada de lluvias intensas, vientos de hasta 230 kilómetros por hora e inundaciones que dejaron pueblos enteros bajo el agua.
El fenómeno, conocido localmente como Uwan, azotó la isla de Luzón durante la noche del domingo, pocos días después del paso del tifón Kalmaegi, que dejó 224 muertos y decenas de desaparecidos. Ante la magnitud del desastre, el presidente Ferdinand Marcos decidió extender por un año más el “estado de calamidad nacional” declarado tras Kalmaegi, con el objetivo de agilizar la asistencia y la reconstrucción en las zonas afectadas.
Las provincias más golpeadas incluyen Cagayan, Aurora, Apayao y la región de Bicol, donde el desbordamiento de ríos y los deslizamientos de tierra obligaron a miles de habitantes a buscar refugio en sitios elevados. En la ciudad de Tuguegarao, capital de Cagayan, más de 5.000 personas tuvieron que abandonar sus casas antes de que el río Cagayan inundara barrios enteros.
El primer fallecimiento se produjo en Samar, una provincia ya debilitada por el paso de Kalmaegi, y poco después un deslizamiento de lodo causó la muerte de una segunda persona. Entre las víctimas se encuentran un hombre mayor y gemelos de cinco años que perdieron la vida mientras dormían en su hogar, producto de los deslizamientos en la zona norte de Luzón.
A pesar de que Fung-wong se aleja lentamente del país, las lluvias torrenciales y los fuertes vientos continúan afectando amplias regiones. Las autoridades locales ya iniciaron trabajos de limpieza y recuperación, que van desde Cagayan hasta la isla de Catanduanes, más de 1.000 kilómetros al sur. Equipos de rescate evalúan los daños en infraestructuras, viviendas y cultivos, mientras la población local enfrenta cortes de electricidad y dificultades para acceder a agua potable.
El fenómeno meteorológico también representa una amenaza para Taiwán, donde se esperan lluvias intensas en el norte y este de la isla. Las autoridades filipinas mantienen la alerta en varias provincias y solicitan precaución a los residentes de zonas bajas y ribereñas, donde la combinación de lluvias y ríos desbordados podría provocar nuevas evacuaciones.
La serie de tifones que afectó al país en las últimas semanas evidencia la vulnerabilidad de Filipinas frente a estos fenómenos extremos, que ponen en riesgo vidas, viviendas y la economía local. Especialistas en defensa civil y meteorología advierten que los impactos del cambio climático podrían intensificar la frecuencia y la fuerza de los ciclones tropicales, lo que hace más urgente la planificación de emergencias y la construcción de infraestructuras resilientes.
Mientras la población se reorganiza y comienza la reconstrucción, las imágenes de pueblos anegados, caminos destruidos y familias desplazadas recorren el mundo, mostrando la magnitud del desastre y la necesidad de respuestas rápidas para mitigar los daños. Fung-wong se suma a una larga lista de tormentas que afectan a Filipinas cada año, dejando en evidencia la importancia de la preparación y la coordinación entre autoridades locales y nacionales.
En el plano humanitario, la prioridad sigue siendo asistir a los damnificados, garantizar refugio seguro y restablecer servicios básicos. La extensión del estado de calamidad permite liberar recursos económicos de manera inmediata para enfrentar la emergencia, mientras los equipos de rescate trabajan sin pausa para llegar a las zonas más afectadas.
El supertifón Fung-wong deja así una marca profunda en Luzón y otras provincias, recordando la fuerza de la naturaleza y la vulnerabilidad de las comunidades frente a fenómenos meteorológicos extremos. La atención ahora se centra en recuperar la normalidad y proteger a quienes continúan expuestos a inundaciones y vientos peligrosos.