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POLÍTICA EXTERIOR

Argentina apoya por primera vez el embargo a Cuba y se alinea con Estados Unidos

El gobierno de Javier Milei votó junto a Washington en la ONU, rompiendo una tradición diplomática de más de tres décadas.

Argentina apoya por primera vez el embargo a Cuba y se alinea con Estados Unidos

La Argentina sorprendió en el ámbito internacional al votar a favor del embargo de Estados Unidos contra Cuba en la Asamblea General de las Naciones Unidas. El gesto, impulsado por el flamante canciller Pablo Quirno, marca un giro histórico en la política exterior del país y consolida el alineamiento del presidente Javier Milei con la administración republicana de Donald Trump.

En la sesión celebrada en Nueva York, 165 países respaldaron el pedido de Cuba para poner fin al bloqueo económico impuesto desde 1960, mientras que solo siete se pronunciaron en contra: Estados Unidos, Israel, Ucrania, Paraguay, Hungría, la República Checa y, por primera vez, la Argentina. Otros doce Estados optaron por la abstención. Pese a que la resolución se aprueba cada año desde 1992 por amplia mayoría, no tiene carácter vinculante, por lo que su impacto es simbólico pero políticamente significativo.

La decisión del gobierno argentino rompe con más de treinta años de respaldo a los reclamos cubanos. Durante décadas, la diplomacia nacional mantuvo una postura de defensa del principio de no injerencia y acompañó los pedidos de La Habana, tanto por afinidad histórica como por la gratitud hacia Cuba por su apoyo a la causa Malvinas en los foros internacionales.

Sin embargo, el cambio de administración en la Casa Rosada trajo consigo una redefinición total de la política exterior. Desde su llegada al poder, Milei dejó en claro su intención de alinearse “sin condiciones” con Estados Unidos y con el liderazgo republicano de Trump, a quien considera un referente ideológico. La votación en la ONU fue la primera muestra concreta de esa sintonía bajo la gestión de Quirno en el Palacio San Martín.

El nuevo canciller asumió hace apenas unas semanas, tras la renuncia de Gerardo Werthein, quien había reemplazado a Diana Mondino luego del fuerte conflicto interno que se generó precisamente por el voto sobre Cuba en 2024. En aquel entonces, Mondino había mantenido la posición tradicional argentina a favor del levantamiento del embargo, lo que provocó un enfrentamiento directo con el presidente y derivó en su desplazamiento.

El gesto de Quirno no solo consolida la nueva orientación diplomática del gobierno, sino que también busca enviar un mensaje claro de coherencia con el discurso libertario de Milei, que reivindica los valores del libre mercado y cuestiona los regímenes socialistas de la región. En ese sentido, la decisión fue interpretada como una reafirmación del acercamiento a Washington y una toma de distancia definitiva respecto a los países que integran el eje bolivariano.

El embargo estadounidense, vigente desde hace más de seis décadas, prohíbe a las empresas de ese país —y a las que operan con capital norteamericano— realizar transacciones comerciales o financieras con Cuba. Pese a los reiterados reclamos de la comunidad internacional, las sucesivas administraciones de Estados Unidos han mantenido su vigencia, considerándolo un instrumento de presión política contra el régimen de La Habana.

En este contexto, la postura argentina tiene también un peso simbólico para la región. Mientras la mayoría de los países latinoamericanos continúa reclamando el fin del bloqueo, la Argentina se alineó con el pequeño grupo que lo respalda, reforzando su cercanía con los gobiernos conservadores y marcando distancia de los tradicionales aliados del sur.

Para Milei, el voto en la ONU representa mucho más que una decisión diplomática: es un gesto de identidad política. La Casa Rosada busca consolidar su imagen internacional bajo la bandera del liberalismo económico y la defensa de las democracias occidentales, en contraposición a los modelos de inspiración socialista.

Si bien el impacto práctico de la votación es limitado, su valor político es enorme. Con este movimiento, la Argentina confirma su viraje geopolítico y deja atrás una larga tradición diplomática basada en la neutralidad y el equilibrio. El mensaje es claro: el país apuesta por una relación privilegiada con Estados Unidos y un vínculo más directo con la esfera republicana norteamericana.

En los pasillos del Palacio San Martín, la decisión se interpretó como una señal de “coherencia internacional”, alineada con el discurso que Milei mantiene desde su campaña presidencial. Para los analistas, en cambio, el gesto puede tener consecuencias en el vínculo con otros países de la región y en la participación argentina dentro de organismos multilaterales.

Mientras tanto, en Salta y el resto del país, la noticia generó sorpresa y debate. Algunos sectores celebraron el acercamiento a Estados Unidos como una oportunidad para fortalecer los lazos comerciales e inversiones, mientras que otros criticaron la ruptura de una política exterior históricamente reconocida por su independencia.

De esta manera, el gobierno nacional consolida un nuevo capítulo en su estrategia internacional. El voto a favor del embargo a Cuba no solo refuerza la alianza con Washington, sino que también redefine la posición argentina ante el mundo: una Argentina más cercana al modelo norteamericano y más alejada de los equilibrios tradicionales que marcaron su diplomacia durante más de tres décadas.


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