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BAJO LA LUPA

Imputaron a la ex fiscal Fein y a un juez por las graves irregularidades en la escena del crimen de Nisman

A más de diez años de la muerte del fiscal, la Justicia avanza sobre los funcionarios que intervinieron.

La ex fiscal Viviana Fein.
La ex fiscal Viviana Fein.

A más de una década de la misteriosa muerte de Alberto Nisman, la causa vuelve a sacudir el tablero judicial argentino. Esta vez, el foco está puesto en quienes debían esclarecer los hechos y, según la Justicia, terminaron entorpeciéndolos. El juez federal Julián Ercolini imputó formalmente a la ex fiscal Viviana Fein y al juez Manuel De Campos por su presunta responsabilidad en las gravísimas irregularidades ocurridas durante las primeras horas de la investigación, cuando se halló sin vida al fiscal en su departamento de Puerto Madero.

La medida judicial revive uno de los episodios más oscuros de la historia reciente del país, no solo por el impacto político que tuvo la muerte de Nisman, sino por las sospechas que desde el primer día rodearon al operativo inicial. Ercolini considera que tanto Fein como De Campos actuaron con negligencia y falta de profesionalismo al frente del procedimiento, lo que derivó en un escenario totalmente contaminado, plagado de errores y, sobre todo, sin garantías para una correcta recolección de pruebas.

Según los investigadores actuales, lo que ocurrió aquella noche del 18 de enero de 2015 fue un verdadero descalabro. En cuestión de horas, pasaron por el departamento más de 80 personas entre funcionarios, fuerzas de seguridad y otros personajes vinculados al poder político. No hubo control, ni protocolos claros. El lugar donde apareció muerto Nisman —en el baño de su departamento en las torres Le Parc— terminó siendo transitado como si se tratara de una oficina pública, y eso dejó marcas que aún hoy pesan sobre la causa.

La escena del crimen, aseguran, fue alterada de tal forma que se hizo imposible obtener pruebas fundamentales. Para dar una idea del nivel de desprolijidad, no se encontró ni una sola huella dactilar del propio Nisman en todo el departamento, mientras que sí se hallaron las de un prefecto que ni siquiera debía estar allí. En paralelo, otros datos escandalosos completan el cuadro: limpieza de sangre con papel higiénico, personas sentadas en la cama del fiscal, y hasta funcionarios caminando con barro en los pies dentro del lugar. A esto se suma la libre circulación de vecinos por los pasillos del edificio, mientras el cuerpo aún yacía sin peritar.

Fein, quien en ese entonces estuvo a cargo de la primera etapa de la investigación, y De Campos, juez con competencia en la feria judicial, son ahora apuntados por haber permitido —o al menos no impedido— el caos que terminó desfigurando la escena del crimen. El dictamen que ordena su imputación subraya que su accionar estuvo “plagado de irregularidades evidentes” y que hubo una clara “desidia” a la hora de preservar la prueba.

Este nuevo capítulo en la causa Nisman no se da en el vacío. Ya habían sido imputados anteriormente varios altos mandos de las fuerzas de seguridad, entre ellos el ex secretario de Seguridad Sergio Berni, su colaborador Darío Ruiz, y los ex jefes de la Policía Federal y Prefectura, Román Di Santo y Luis Heiler. Todos formaron parte del operativo aquella noche y sus acciones también son investigadas por la Justicia por haber contribuido al descontrol generalizado.

El fiscal Eduardo Taiano, quien ahora está a cargo de la causa, sostiene que la manipulación de la escena hizo prácticamente imposible establecer con precisión qué ocurrió con Nisman. Y esto no es menor: el fiscal había denunciado apenas cuatro días antes de su muerte a la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, acusándola de encubrir a los responsables del atentado a la AMIA de 1994. La denuncia generó un sismo político, y su repentino fallecimiento —oficialmente atribuido a un disparo en la cabeza con un arma que no era suya— dejó más preguntas que respuestas.

Con el tiempo, los indicios de que se trató de un asesinato y no de un suicidio ganaron fuerza, especialmente a partir de las pericias realizadas por expertos independientes. Uno de ellos, el perito forense Osvaldo Raffo, describió la intervención inicial como el accionar de “una manada de búfalos”, dejando en evidencia la magnitud del desastre judicial.

En el centro de las sospechas también aparece la figura de Berni, quien según los registros telefónicos mantuvo múltiples comunicaciones con la expresidenta en la madrugada posterior al hallazgo del cuerpo. Esto contradice sus declaraciones iniciales y despierta más interrogantes sobre el rol que jugó el poder político en aquel momento.

En el presente, la causa también mira hacia los servicios de inteligencia del Ejército, particularmente bajo la gestión del entonces jefe César Milani, un militar de estrecho vínculo con el kirchnerismo. Se intenta determinar si existió algún grado de encubrimiento o manipulación por parte de estos organismos, lo cual podría reconfigurar por completo la historia oficial de la muerte del fiscal.

Las preguntas siguen siendo las mismas: ¿quién mató a Nisman? ¿Por qué? ¿Y quiénes colaboraron, por acción u omisión, en esconder la verdad? La diferencia es que, con el paso del tiempo, los hilos de poder que protegían a algunos actores parecen haber empezado a aflojarse. Y aunque el camino hacia la verdad sea lento, cada nuevo avance reaviva la esperanza de que algún día, finalmente, se sepa todo.

 


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