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MEGACAUSA DE CORRUPCIÓN

Las nuevas revelaciones del juicio de los Cuadernos reavivan el debate sobre la corrupción y el poder

El Tribunal Oral Federal N°7 leyó nuevas anotaciones del chofer Oscar Centeno sobre el traslado de bolsos con dinero y reuniones en Olivos.

Las nuevas revelaciones del juicio de los Cuadernos reavivan el debate sobre la corrupción y el poder

La causa de los Cuadernos de las Coimas volvió a poner en jaque al poder político argentino. En las últimas audiencias, el Tribunal Oral Federal N°7 reveló nuevas anotaciones del chofer Oscar Centeno, que describen con detalle los traslados de bolsos con dinero, las entregas en distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires y las reuniones en la residencia presidencial de Olivos con la participación de Néstor Kirchner.

Los apuntes, escritos entre 2008 y 2015, detallan recorridos casi diarios desde el Ministerio de Planificación hasta domicilios, bancos y oficinas privadas, con bolsos cargados de dólares que —según la acusación— formaban parte de un sistema de recaudación ilegal vinculado a empresarios de la obra pública. El nombre del exsubsecretario Roberto Baratta, junto al del secretario privado Daniel Muñoz, aparece en múltiples pasajes que describen cómo se movía el dinero y a quiénes se entregaba.

La lectura de estas nuevas transcripciones reavivó el debate sobre la corrupción estructural en la Argentina y el peso que tuvo en la construcción del poder político de las últimas décadas. La causa, que desde 2018 sacude los cimientos del kirchnerismo, vuelve ahora a ocupar un lugar central en la agenda pública y mediática.

Para muchos argentinos, los cuadernos de Centeno son más que una causa judicial: son un espejo de una época donde la relación entre el Estado y las empresas privadas funcionaba bajo una lógica de favores, retornos y silencios. En Salta, donde la obra pública nacional tuvo un rol clave en la economía durante aquellos años, el tema resurge con fuerza. Las inversiones en rutas, viviendas y energía que llegaron desde Buenos Aires quedaron, en parte, bajo sospecha, y la discusión sobre la transparencia vuelve a estar sobre la mesa.

En los escritos del chofer aparecen detalles de entregas que superan los cientos de miles de dólares, con encuentros registrados incluso en la Quinta de Olivos. Las direcciones, horarios y montos dibujan un circuito aceitado que se repitió durante años. Cada anotación funciona como una pieza de un rompecabezas que, para la Justicia, expone el mecanismo de recaudación paralelo que operaba en el Ministerio de Planificación.

Más allá de las responsabilidades penales que determine el Tribunal, la causa Cuadernos volvió a despertar una vieja pregunta: ¿cuánto aprendió la Argentina de sus propios escándalos de corrupción? En provincias como Salta, donde la obra pública sigue siendo uno de los principales motores económicos, el impacto es doble. Por un lado, se percibe desconfianza hacia los grandes contratos; por otro, una creciente demanda de controles más rigurosos en la asignación de fondos.

El juicio, uno de los más complejos de los últimos años, promete extenderse al menos hasta 2026. En el banquillo están sentados exfuncionarios de alto rango y empresarios de la construcción y la energía. La magnitud de las pruebas y la cantidad de imputados hacen que cada audiencia sea una pieza más de un proceso que busca esclarecer cómo funcionó una de las redes de corrupción más sofisticadas del país.

Mientras tanto, en las calles, la causa genera reacciones diversas. Para algunos, representa una oportunidad histórica para limpiar la política; para otros, un recordatorio incómodo de cómo se tejieron los vínculos entre dinero y poder. En Salta, las charlas de café y las radios locales vuelven a girar en torno a la misma idea: que la corrupción no es un problema distante de Buenos Aires, sino una sombra que también se proyecta sobre las provincias.

Las nuevas revelaciones también impactan en el presente político. En un escenario de crisis económica y desconfianza hacia la dirigencia, la reaparición del caso reaviva viejas heridas y vuelve a poner a prueba la credibilidad de las instituciones. La justicia, por su parte, enfrenta el desafío de demostrar independencia y profundidad en un proceso que todavía divide opiniones.

Más allá de los nombres propios, los cuadernos de Centeno quedaron grabados como un símbolo. Representan una época en la que el poder y el dinero se movían de manera paralela a las instituciones, y donde la falta de transparencia se volvió parte de la rutina estatal. Su lectura hoy, más de una década después, no solo busca hacer justicia, sino también ofrecer una lección pendiente: sin control y sin ética, la política termina volviéndose una cuestión de bolsos y cifras, antes que de proyectos y futuro.

En ese sentido, la causa Cuadernos trasciende el juicio mismo. Es una historia que cruza al país de punta a punta, desde los despachos de Buenos Aires hasta las rutas del norte salteño, donde todavía resuena el eco de aquellos años de obras millonarias. Y aunque el proceso judicial sigue su curso, la sociedad parece tener claro que el verdadero veredicto no lo dictará un tribunal, sino la memoria colectiva de un país que ya no quiere repetir los mismos errores.

 


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