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¿Y la justicia?

¿Nos toma el pelo? La condenada por corrupción CFK recibió economistas en su prisión domiciliaria

El encuentro se dio en el Día del Militante, como para que no queden dudas de que la jefa sigue mandando, aunque tenga una condena firme por corrupción.

¿Nos toma el pelo? La condenada por corrupción CFK recibió economistas en su prisión domiciliaria

La ex presidenta, condenada a seis años de prisión por defraudar al Estado, sigue haciendo política desde su departamento de Recoleta como si nada hubiera pasado. Un grupo de economistas le llevó propuestas que suenan a manual kirchnerista de 2003, en medio de la peor crisis que vive la Argentina.

 

La escena es casi surrealista: mientras la mayoría de los argentinos hace malabares para llegar a fin de mes, la líder del espacio que dejó al país al borde del abismo recibe visitas, da clases magistrales y pontifica sobre “el modelo de país”. Todo desde su departamento, convertido en una suerte de búnker vip donde la prisión domiciliaria parece más un chiste de mal gusto que una pena real.

 

 

Los economistas le entregaron un documento con propuestas de “crecimiento productivo y federal para el siglo XXI”. Palabras grandilocuentes que, traducidas al criollo, significan más Estado, más subsidios, más emisión y más de lo mismo que nos trajo hasta acá. Porque, vamos a decirlo claro: las ideas que defiende Cristina son las responsables directas del desastre económico que padecemos.

Ella misma lo escribió en X: hay que “abandonar la macroeconomía del desacuerdo” y volver a la “soberanía, producción e inclusión”. Traducción: volver al cepo, al control de precios, a los planes eternos y a vivir de subsidios chinos mientras el dólar se dispara y la inflación no afloja. Esas recetas ya las probamos, y el resultado está a la vista: 50% de pobreza, fábricas cerradas y pibes buscando comida en la basura.

Lo más grave es la desconexión absoluta. Mientras Milei intenta desarmar el andamiaje de privilegios que el kirchnerismo montó durante años, Cristina habla de “encrucijada histórica” como si el problema fuera el mundo y no las políticas que ella misma impulsó. El mundo avanza con inteligencia artificial, energías renovables y desregulación; ella propone volver a la década del 2003 con el relato de siempre.

En el barrio la llaman “la prisionera vip”. El departamento de Recoleta, los viajes a El Calafate, las reuniones políticas sin restricciones: todo eso mientras la Justicia todavía discute si le corresponde o no la domiciliaria. Para cualquier hijo de vecino condenado por robar un celular la cosa sería muy distinta, pero acá parece que las reglas no son para todos.

El kirchnerismo duro celebra el encuentro como una muestra de que “la jefa sigue en pie”. Para el resto de los argentinos es una provocación más: la misma persona que saqué 55 mil millones de dólares en obra pública trucha ahora quiere darnos clases de cómo salir de la crisis que ella ayudó a crear.

En definitiva, la foto de Cristina recibiendo economistas en su casa no es solo una anécdota pintoresca. Es el símbolo perfecto de un modelo que se niega a morir aunque ya esté podrido: el de los privilegios para los propios, el relato vacío y la idea de que la Argentina solo se arregla volviendo al pasado. Y el pasado, está visto, nos llevó directo al fondo.

 


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