Si existe un capítulo vergonzoso en la historia política argentina, lleva los nombres de Cristina Fernández de Kirchner y Amado Boudou, la fórmula presidencial de 2011 que no solo traicionó la confianza de millones de votantes, sino que utilizó el estado para hacerse millonarios.
Esta dupla, que llegó al poder con promesas de justicia social, se convirtió en un símbolo de latrocinio institucional, acumulando condenas y causas judiciales que los señalan como los arquitectos de un saqueo sistemático al Estado. Cristina y Boudou son la mancha más indeleble en la democracia argentina, una fórmula que hizo del robo un arte y de la impunidad su bandera.
Cristina Kirchner: La jefa de la banda
Cristina Fernández de Kirchner, presidenta entre 2007 y 2015 y vicepresidenta hasta 2023, es la jefa indiscutida de la mayor red de corrupción que haya pisado la Argentina. Condenada el 6 de diciembre de 2022 a seis años de prisión e inhabilitación perpetua por administración fraudulenta en la causa Vialidad, su sentencia, ratificada por la Corte Suprema el 11 de junio de 2025, expuso su rol como cerebro de un esquema que desvió más de US$1.000 millones a través de 51 contratos de obra pública inflados a favor de Lázaro Báez, su alfil y testaferro. Este fallo no es un accidente: es la prueba de un sistema diseñado para saquear al país mientras ella se pavoneaba como adalid de los humildes.
Pero Vialidad es solo el aperitivo de su prontuario. En los "Cuadernos de la Corrupción", Cristina aparece como la cabecilla de una asociación ilícita que recaudó sobornos millonarios de empresarios a cambio de contratos estatales. Las anotaciones de Oscar Centeno, que detallan bolsos repletos de dólares entregados en las sombras, son un retrato crudo de su codicia.
También está procesada en Hotesur y Los Sauces, donde lavó dinero a través de hoteles fantasma junto a sus hijos, Máximo y Florencia, en complicidad con empresarios kirchneristas. La causa del dólar futuro, que costó al Estado miles de millones, y el Memorándum con Irán, un intento de encubrir a los responsables del atentado a la AMIA, completan un currículum judicial con 47 causas que la pintan como una depredadora del erario público.
Su patética defensa del "lawfare" es un insulto a la inteligencia colectiva. Mientras se compara con Lula, cuyas condenas fueron anuladas, Cristina no puede escapar de las montañas de pruebas que la incriminan. ANSES, en un gesto de justicia tardía, le arrancó en 2024 su jubilación de privilegio, obligándola a devolver millones malhabidos. Pero el daño ya está hecho: su legado es un país quebrado, con instituciones pisoteadas y una sociedad hastiada de su cinismo.
Amado Boudou: El vice que se robó una imprenta entre otros delitos
Amado Boudou, el rockstar devenido en vicepresidente, es el complemento perfecto de esta tragedia. Condenado en 2018 a cinco años y diez meses de prisión por el caso Ciccone, Boudou orquestó el robo de la imprenta que imprimía billetes para quedarse con una máquina de hacer dinero —literalmente—. Como ministro de Economía, manipuló a la AFIP para levantar la quiebra de Ciccone Calcográfica y entregársela a su testaferro, Alejandro Vandenbroele, a cambio de contratos estatales. La denuncia de Laura Muñoz, exesposa de Vandenbroele, desnudó esta estafa burda, que lo convirtió en el primer exvicepresidente condenado por corrupción en funciones.
Boudou, que salió en libertad condicional en 2021 tras cumplir parte de su pena, no se conformó con Ciccone. Sus 117 denuncias incluyen enriquecimiento ilícito, falsificación de documentos y el uso descarado de recursos públicos, como un helicóptero estatal para actos de campaña. En 2024, ANSES le dio un golpe final al quitarle su jubilación de privilegio y exigirle devolver 280 millones de pesos robados al pueblo. Boudou, el "galán" del kirchnerismo, no es más que un delincuente de guante blanco que se rió en la cara de los argentinos.
Los Bonnie y Clyde de la política
Cristina Kirchner y Amado Boudou no solo son la fórmula presidencial más corrupta de Argentina: son un insulto a la democracia. Sus condenas, sumadas a las de sus secuaces como Julio De Vido, Ricardo Jaime y José López —este último atrapado con bolsos de dólares en un convento—, dibujan un régimen que hizo del poder un botín personal. Mientras el país se hundía en la pobreza, ellos amasaban fortunas y blindaban su impunidad con discursos populistas.
La Justicia, aunque lenta y presionada, ha dado un mensaje claro: nadie está por encima de la ley. Pero el kirchnerismo, lejos de asumir su culpa, se atrinchera en el victimismo, acusando a jueces y fiscales de conspiraciones inexistentes. Cristina y Boudou no son mártires; son ladrones convictos que traicionaron a una nación. Como argentinos, debemos preguntarnos: ¿cuánto más permitiremos que nos roben la esperanza? La respuesta está en no olvidar y en exigir que paguen hasta el último centavo de lo que nos quitaron.