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SALTA

Abuelo salteño tiene 92 años y escapó del geriátrico para denunciar aberrantes maltratos

De manera valiente denunció a una mujer: “Me golpeó, me pateó y me hizo mucho daño. Me mantuve comiendo solo frutas hasta que pude escapar con una bolsita”, expresó

Abuelo salteño tiene 92 años y escapó del geriátrico para denunciar aberrantes maltratos

Arturo González, un jubilado de 92 años, nacido en la capital salteña, denunció con valentía los aberrantes maltratos sufridos en un geriátrico de la ciudad.

 

Con una lucidez envidiable y la voz quebrada por la emoción, este exsoldador de la industria automotriz, amante de los libros y exdirectivo de bibliotecas locales, relató un calvario que incluyó golpes, humillaciones y hasta la privación de comida y agua.

Don Arturo, conocido en Salta por su generosidad al donar centenares de libros a bibliotecas y por su labor como narrador en la Casa de la Cultura, señaló a la encargada del establecimiento, una mujer apellidada Yapura, como la responsable de los vejámenes. “Me golpeó, me pateó y me hizo mucho daño. Me mantuve comiendo solo frutas hasta que pude escapar con una bolsita”, expresó, visiblemente afectado.

Según su testimonio, la encargada lo sometió a un trato inhumano, negándole alimentos y agua durante dos días consecutivos. “Parafraseando a Gardel, ‘un hombre macho no debe llorar’, pero tuve que llorar nomás”, confesó.
El geriátrico, ubicado en la capital, alberga a 17 adultos mayores, la mayoría en sillas de ruedas. “Solo tres caminábamos, y aún así me maltrataba todo el tiempo”, aseguró González. Harto de los abusos, decidió huir. Sin querer “molestar” a sus hijos, acudió a su único hijo varón, quien le preguntó dónde dormiría. “En el parque San Martín, donde sea, porque a ese lugar no vuelvo nunca más”, respondió con firmeza.

Arturo relató “No deseo ese trato para la gente mayor. Todos tuvimos padres y abuelos, debe haber justicia”, sentenció. En un gesto de transparencia, mostró un recibo de pago del geriátrico por $450.000 y dio su dirección: Santa Marta 1787, Santa Lucía, detrás del colegio. “Por si alguien duda de mi verdad”, afirmó.

Una biblioteca viviente

Pese a su edad y algo de sordera, la coherencia de González asombra. Relató con detalle su vida de trabajo, sus aportes culturales y las penurias que lo llevaron a esta denuncia. “Vine por justicia, por más controles, por más respeto a los mayores, por más empatía”, insistió. Su caso pone en la mira la falta de fiscalización en instituciones que deberían proteger a los adultos mayores.

Las autoridades aún no se han pronunciado sobre la denuncia, pero la voz de don Arturo resuena como un llamado urgente a revisar el sistema de cuidado de los ancianos en Salta. “No tengo más interés que se haga justicia”, concluyó este hombre que, a pesar de todo, sigue siendo una biblioteca andante.

 

Con información de El Tribuno


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