Arturo González, un jubilado de 92 años, nacido en la capital salteña, denunció con valentía los aberrantes maltratos sufridos en un geriátrico de la ciudad.
Con una lucidez envidiable y la voz quebrada por la emoción, este exsoldador de la industria automotriz, amante de los libros y exdirectivo de bibliotecas locales, relató un calvario que incluyó golpes, humillaciones y hasta la privación de comida y agua.
Don Arturo, conocido en Salta por su generosidad al donar centenares de libros a bibliotecas y por su labor como narrador en la Casa de la Cultura, señaló a la encargada del establecimiento, una mujer apellidada Yapura, como la responsable de los vejámenes. “Me golpeó, me pateó y me hizo mucho daño. Me mantuve comiendo solo frutas hasta que pude escapar con una bolsita”, expresó, visiblemente afectado.
Según su testimonio, la encargada lo sometió a un trato inhumano, negándole alimentos y agua durante dos días consecutivos. “Parafraseando a Gardel, ‘un hombre macho no debe llorar’, pero tuve que llorar nomás”, confesó.
El geriátrico, ubicado en la capital, alberga a 17 adultos mayores, la mayoría en sillas de ruedas. “Solo tres caminábamos, y aún así me maltrataba todo el tiempo”, aseguró González. Harto de los abusos, decidió huir. Sin querer “molestar” a sus hijos, acudió a su único hijo varón, quien le preguntó dónde dormiría. “En el parque San Martín, donde sea, porque a ese lugar no vuelvo nunca más”, respondió con firmeza.
Arturo relató “No deseo ese trato para la gente mayor. Todos tuvimos padres y abuelos, debe haber justicia”, sentenció. En un gesto de transparencia, mostró un recibo de pago del geriátrico por $450.000 y dio su dirección: Santa Marta 1787, Santa Lucía, detrás del colegio. “Por si alguien duda de mi verdad”, afirmó.
Una biblioteca viviente
Pese a su edad y algo de sordera, la coherencia de González asombra. Relató con detalle su vida de trabajo, sus aportes culturales y las penurias que lo llevaron a esta denuncia. “Vine por justicia, por más controles, por más respeto a los mayores, por más empatía”, insistió. Su caso pone en la mira la falta de fiscalización en instituciones que deberían proteger a los adultos mayores.
Las autoridades aún no se han pronunciado sobre la denuncia, pero la voz de don Arturo resuena como un llamado urgente a revisar el sistema de cuidado de los ancianos en Salta. “No tengo más interés que se haga justicia”, concluyó este hombre que, a pesar de todo, sigue siendo una biblioteca andante.
Con información de El Tribuno