En el siempre pintoresco escenario de la política salteña, el Concejo Deliberante de Salvador Mazza se ha convertido en el epicentro de un nuevo escándalo que combina negligencia, desidia y una pizca de surrealismo.
La protagonista de esta historia es la concejal Gladys González, quien, según revelaciones de un medio local, habría presentado un título secundario más falso que un billete de tres pesos. Sí, señoras y señores, en un giro digno de una telenovela de bajo presupuesto, el certificado que González blandía con orgullo no solo que no le pertenece, sino que está registrado a nombre de Rosa Agüero, una docente de El Galpón que, suponemos, debe estar tan sorprendida como nosotros.
El sainete comenzó cuando se descubrió que González, quien ostenta el cargo de concejal y hasta se graduó como enfermera profesional en un instituto privado ligado al gremio ATSA, habría construido su carrera sobre una base tan sólida como un castillo de naipes. Según fuentes del Ministerio de Educación, el número de registro del supuesto título secundario (N° 24071) corresponde, en efecto, a la mencionada docente de El Galpón, y no hay rastro alguno de que González haya completado sus estudios secundarios en la provincia.
La pregunta que flota en el aire, como un mal chiste, es: ¿cómo logró esta edil sortear los controles académicos para obtener un título de enfermería sin un secundario válido? Porque, claro, para ser concejal en Salta, al parecer, basta con tener carisma y un par de promesas vagas, pero para una carrera técnica se supone que hay requisitos más estrictos. O no.
Este escándalo no solo pone en jaque la credibilidad de González, sino que expone, una vez más, el nivel paupérrimo de la clase política salteña, donde los controles brillan por su ausencia y los currículums parecen escritos con la misma seriedad que un guión de comedia barata. ¿Nadie revisó los papeles de la concejal? ¿Nadie sospechó que algo olía a chamusquina cuando presentó un título que, en el mejor de los casos, parece sacado de una fotocopiadora creativa?
La situación es tan absurda que uno no sabe si reír o llorar ante la cadena de despropósitos que permitió a González llegar tan lejos con un certificado que no le pertenece.
Mientras las autoridades investigan cómo se gestó este entuerto y si hay más esqueletos en el placard académico de la edil, la ciudadanía de Salvador Mazza asiste a un nuevo capítulo de esta tragicomedia que es la política local. En una provincia donde los escándalos son tan frecuentes como los cortes de luz, el caso de Gladys González no sorprende, pero sí indigna. Porque, en el fondo, lo que subyace es una alarmante falta de seriedad en la gestión pública, donde los títulos truchos y las promesas vacías parecen ser la moneda corriente. Así, mientras el telón cae sobre este nuevo acto circense, solo nos queda esperar el próximo capítulo de esta saga salteña, que seguro no decepcionará en su capacidad para sorprendernos con lo insólito.