Hace cuarenta años, un joven con zapatillas Nike y un chaleco inflable se subía a un auto deportivo de puertas que se abrían hacia arriba para hacer lo impensado: viajar en el tiempo. Era Volver al Futuro, una película que no solo revolucionó el cine mundial, sino que también conquistó a los salteños que, a fines de 1985, llenaron las salas del Alberdi, el Ópera, el América y el Victoria para ver de qué se trataba ese fenómeno del que todos hablaban.
En aquellos días, las marquesinas del centro brillaban con letras rojas que anunciaban el estreno. Familias enteras, grupos de amigos y parejas jóvenes hacían fila sobre las veredas de calle Zuviría, Mitre o Alberdi. Afuera, se respiraba una mezcla de curiosidad y entusiasmo. Adentro, una experiencia cinematográfica que nadie olvidaría. Cuando aparecía en pantalla el excéntrico Doc Brown —interpretado por Christopher Lloyd— gritando “¡A 88 millas por hora!”, el público estallaba en aplausos.
La fiebre del DeLorean en Salta
El impacto fue inmediato. Salir del cine después de ver Volver al Futuro era como regresar de un viaje a otro mundo. En una época sin redes sociales ni spoilers, el boca a boca hizo su magia. En pocos días, las funciones estaban agotadas y las entradas se compraban con anticipación. Muchos salteños recuerdan todavía aquel furor: los afiches en las vidrieras de video clubes, las remeras con la imagen del DeLorean y los jóvenes que soñaban con tener una patineta como la de Marty McFly.
“Era una película distinta, divertida, con efectos especiales que no se veían acá”, recuerdan quienes la vieron por primera vez en pantalla grande. No se trataba solo de una historia sobre viajes en el tiempo, sino de una aventura llena de humor, emoción y una banda sonora inolvidable. El tema The Power of Love, de Huey Lewis and The News, sonaba en las radios locales y se convirtió en el himno de toda una generación.
Un 21 de octubre para los fanáticos
Cada 21 de octubre, los fanáticos celebran el Día de Volver al Futuro, una fecha que quedó inmortalizada en la segunda parte de la saga, cuando Marty y Doc viajan al “futuro” de 2015. Desde entonces, millones de seguidores en todo el mundo rinden homenaje a la trilogía creada por Robert Zemeckis, una de las más queridas en la historia del cine.
En Salta, algunos bares temáticos y grupos de cinéfilos todavía se reúnen cada octubre para proyectar la película y recordar esos años en que la ciencia ficción encendía la imaginación de los jóvenes. En redes sociales locales, es común ver publicaciones de fanáticos que comparten fotos de sus VHS originales o de pequeñas réplicas del DeLorean que conservan como tesoros.
Un futuro que nunca fue tan futuro
En la película, Marty McFly aterriza en un 2015 lleno de autos voladores, patinetas flotantes, zapatillas que se atan solas y cines con hologramas 3D. Una década después de haber superado esa fecha en la vida real, el balance es claro: la imaginación de los ochenta fue mucho más veloz que la tecnología.
Aun así, Volver al Futuro fue más que una serie de predicciones fallidas. Su visión del porvenir estaba atravesada por el optimismo. En ese universo, la energía se generaba a partir de los residuos domésticos, los tribunales resolvían los casos en cuestión de minutos y los avances científicos parecían estar al servicio de la humanidad.
Nada de eso se cumplió del todo. Seguimos dependiendo de los combustibles fósiles, la justicia continúa siendo lenta y el acceso a la salud es una deuda pendiente. Pero, a diferencia de muchas historias distópicas, Volver al Futuro nunca perdió su espíritu alegre. Nos enseñó que el futuro podía ser mejor si éramos capaces de imaginarlo.