La piratería digital volvió a ganar terreno en América Latina y se consolida como uno de los grandes desafíos del ecosistema audiovisual. Según los datos más recientes relevados por la industria, el 38% de los hogares con internet fijo en la región accede a contenido pirateado. Esto equivale a más de 40 millones de viviendas que utilizan sitios web, aplicaciones o servicios no autorizados para ver películas, series, transmisiones deportivas y programación de TV paga. El fenómeno, que lleva años instalado en el hábito cotidiano de millones de usuarios, muestra un nuevo repunte que preocupa tanto a las productoras como a las plataformas de streaming.
El incremento del trimestre reciente —un 11% respecto del período anterior— evidencia que la tendencia se acelera en un contexto donde los servicios legales se encarecen y se multiplican. Aunque la cifra aún está por debajo del pico de 2024, cuando la piratería llegó al 41% de los hogares conectados, la curva vuelve a ascender y anticipa un escenario complejo para los próximos años.
Las diferencias entre países son notorias. Ecuador encabeza el ranking con una penetración del 65%, mientras que Brasil aparece como el mercado con menor incidencia, con apenas un 31%. Los analistas explican esta brecha por la amplitud del catálogo disponible en Brasil y la fuerte presencia de producciones nacionales, que generan un vínculo más directo con el público y reducen el incentivo de buscar contenido por fuera de los canales oficiales. Allí, las plataformas legales ofrecen más de 184.000 títulos únicos y tres de cada cuatro hogares consumen producciones locales, un factor clave para frenar el avance de la piratería.
En el resto de América Latina las motivaciones varían, pero suelen repetirse: precios elevados, multiplicidad de servicios que obligan a contratar varias plataformas para acceder a contenidos específicos, falta de títulos locales y un mercado cada vez más fragmentado. Para muchas familias, los abonos mensuales se vuelven difíciles de sostener, y el acceso ilegal aparece como una opción rápida, gratuita y con cada vez más prestaciones técnicas.
Las pérdidas económicas para la región superan los 521 millones de dólares anuales. Este monto representa ingresos que la industria audiovisual —desde plataformas internacionales hasta productoras independientes— no llega a percibir. Para los trabajadores del sector, la piratería se traduce en menos inversión, menor capacidad para financiar nuevas producciones y un impacto directo en la generación de empleo. En países donde el mercado audiovisual ya enfrenta dificultades económicas, esta merma se vuelve especialmente significativa.
La problemática también viene acompañada de riesgos de seguridad digital. Muchos de los sitios y aplicaciones ilegales funcionan a través de ventanas emergentes, descargas dudosas o plataformas que contienen malware. El usuario promedio suele subestimar este peligro, pero los riesgos incluyen robo de datos, acceso a información personal e incluso secuestro de dispositivos a través de software malicioso. Los especialistas en ciberseguridad advierten que, al no existir controles ni regulaciones, estos espacios se transforman en un terreno fértil para estafas y virus.
Los datos revelan cómo accede el público a contenido no autorizado. Los sitios web ilegales siguen siendo el principal canal, con el 73% de uso. Luego aparecen las aplicaciones y complementos para dispositivos conectados, un segmento que creció un 21% en los últimos dos años. Los servicios de IPTV y los torrents completan el mapa, ambos con un 16% de participación. El avance de los televisores inteligentes y las cajas multimedia de bajo costo facilita este tipo de prácticas, ya que permiten instalar programas que ofrecen miles de canales y estrenos con apenas unos pocos pasos.
Dentro de este escenario, las plataformas de streaming no oficiales alcanzan al 30% de los hogares con internet fijo en la región, una cifra que muestra que estos servicios dejaron de ser soluciones improvisadas para convertirse en alternativas instaladas. El uso promedio ronda las seis horas y media semanales, lo que indica un consumo sostenido y no meramente circunstancial.
Analistas del sector coinciden en que la mejor estrategia para reducir la piratería es fortalecer la oferta legal con precios accesibles, catálogos amplios y contenidos relevantes para los públicos locales. El caso brasileño aparece como ejemplo: cuando las plataformas combinan variedad, estrenos frecuentes y producciones propias, la piratería retrocede de manera significativa. Por el contrario, cuando los servicios oficiales encarecen sus tarifas sin mejorar la experiencia del usuario, la migración hacia alternativas ilegales se acelera.
Otro punto señalado por especialistas es la saturación de plataformas: para seguir diferentes series, deportes o películas, muchas personas deben contratar varios servicios al mismo tiempo. Esta dinámica genera frustración y empuja a los usuarios a buscar soluciones que concentren todo en un solo lugar, incluso si son ilegales. La falta de acuerdos entre empresas y la competencia feroz por el catálogo exclusivo alimentan una fragmentación que termina perjudicando al público.
El avance de la piratería también obliga a los gobiernos a revisar sus marcos regulatorios. La velocidad de los cambios tecnológicos supera a las normativas vigentes, y en muchos países las medidas de control resultan insuficientes. Sin un trabajo conjunto entre Estados, plataformas y proveedores de internet, la lucha contra el acceso ilegal queda limitada a bloqueos temporales o acciones aisladas que no logran frenar el crecimiento sostenido del fenómeno.
La expansión de la piratería en América Latina refleja una combinación de factores económicos, culturales y tecnológicos que se profundizaron en los últimos años. Mientras los hogares enfrenten dificultades para acceder a opciones legales accesibles y confiables, las alternativas no autorizadas continuarán siendo una tentación difícil de combatir. El desafío, según coinciden los referentes de la industria, es construir un ecosistema digital donde la legalidad resulte más conveniente, más segura y más atractiva para el usuario promedio.
La discusión, lejos de quedar restringida a las plataformas de streaming, abarca a todo el sector audiovisual: desde los actores y técnicos hasta los productores y distribuidores. Con más de un tercio de los hogares latinoamericanos consumiendo contenido pirateado, el futuro de la industria dependerá de encontrar un equilibrio que combine precios razonables, innovación tecnológica y una experiencia de usuario que realmente valga la pena. Sin esa combinación, la piratería seguirá marcando el ritmo del entretenimiento digital en la región.