El pasado de mayo, Abel Pintos celebró sus 41 años con una vida atravesada por la música, el amor y la transformación personal. Nacido en Bahía Blanca en 1984 y criado en Ingeniero White, el cantante comenzó su vínculo con el arte desde muy pequeño, participando en actos escolares y eventos municipales donde su voz ya dejaba huella. A los siete años, su talento fue descubierto por Raúl Lavié, quien llevó una grabación suya hasta León Gieco. Ese encuentro marcó el inicio de una carrera que no ha dejado de crecer.
En 1997, con apenas 13 años, Abel lanzó su primer álbum, Para cantar he nacido, y al año siguiente debutó en el Festival de Cosquín, donde su interpretación cautivó al público y lo posicionó como una joven promesa del folclore argentino. Desde entonces, su evolución artística ha sido constante: sin abandonar sus raíces, exploró géneros como el pop, la música romántica, la cumbia y el reggaetón, logrando conectar con distintas generaciones.
Con 11 álbumes de estudio y tres en vivo, Abel Pintos ha cosechado 19 Premios Gardel, incluyendo tres de Oro. En 2017, se convirtió en el primer folclorista en llenar el Estadio Monumental de River Plate, un hito que reafirmó su lugar en la historia de la música nacional. Su capacidad para reinventarse sin perder su esencia lo convirtió en un referente artístico y emocional para miles de personas.
Pero más allá de los escenarios, Abel vivió una transformación profunda en su vida personal. Tras años de mantener su intimidad en reserva, decidió compartir su historia de amor con Mora Calabrese, a quien conoció en 2013. La pareja atravesó dificultades, pero logró consolidarse y formar una familia. En 2021 se casaron por civil e iglesia, y hoy son padres de Agustín, nacido en 2020, y Rosario, nacida en 2024.
La paternidad le dio a Abel una nueva perspectiva sobre la felicidad. En entrevistas recientes, ha confesado que su familia es su refugio y su motor. Aunque sigue dedicado a la música, su prioridad es disfrutar de los momentos simples con sus seres queridos.