El precio de la carne vacuna volvió a escalar en las últimas semanas y el impacto se siente en todo el país. En promedio, los valores subieron más del 15% en apenas un mes y, según comerciantes y abastecedores, algunos cortes populares avanzaron más del 50%. La disparada responde a una serie de factores que se combinaron en un momento clave del año, justo cuando el consumo tiende a repuntar por las reuniones y celebraciones de fin de año.
El detonante principal fue el aumento del precio de la hacienda. En el mercado ganadero, el valor del ganado en pie subió entre un 12% y un 15% desde mediados de octubre, lo que obligó a matarifes y carniceros a actualizar listas casi sin margen para esperar. A esto se suma un movimiento que este año se adelantó: la demanda estacional previa a las fiestas comenzó a sentirse desde octubre, con consumidores que buscan asegurarse cortes antes de eventuales nuevas subas.
La presión exportadora también empuja los precios. La mayor demanda internacional y la posibilidad de ampliar mercados generan una competencia directa entre la exportación y el consumo interno. En particular, los animales pesados reciben mejores precios afuera, lo que reduce la disponibilidad local de cortes de calidad y encarece algunos productos en el mostrador.
A pesar de las buenas condiciones climáticas en la mayor parte de las zonas productivas, las inundaciones en áreas puntuales complicaron la movilidad de la hacienda y retrasaron entregas. Los problemas logísticos, sumados a las expectativas económicas posteriores al proceso electoral, aportaron más tensión a una cadena que ya venía ajustada.
En carnicerías de distintas regiones del país, los aumentos se reflejan con claridad: la tira de asado, la nalga y el lomo se encuentran entre los cortes con mayores ajustes, aunque la carne picada y los cortes guiseros también registraron subas, aunque algo menores. Para muchas familias, esto implicó modificar hábitos de compra, optar por cortes alternativos o reducir la frecuencia de consumo.
Los especialistas coinciden en que, si bien los aumentos fueron fuertes, el mercado podría estar cerca de un techo. Las proyecciones para diciembre no anticipan otro salto de la magnitud de los recientes, ya que la oferta para el consumo interno se mantendría estable gracias a las buenas condiciones del campo. Sin embargo, advierten que el equilibrio es frágil y depende tanto del movimiento internacional como de la evolución de la economía local.
Hacia 2026, se espera que el mercado gane previsibilidad, aunque con precios firmes. La recomposición del stock ganadero —un proceso que ya comenzó con productores reteniendo animales para engorde y cría— podría sostener valores elevados, pero sin la volatilidad que marcó este año.
Mientras tanto, el consumidor argentino continúa ajustando su bolsillo frente a un producto que forma parte central de la mesa familiar. El desafío, en lo inmediato, será atravesar la temporada de mayor demanda con un mercado todavía sensible y precios que siguen bajo lupa.