Monte Sierpe, en el valle de Pisco al sur de Perú, dejó atrás décadas de incógnitas. Sus más de 5.000 agujeros alineados con precisión, conocidos como la Banda de agujeros, fueron construidos por pueblos anteriores al Imperio inca y habrían funcionado como espacios de intercambio y registro de bienes.
Desde que una foto aérea en la década de 1930 mostró la estructura al mundo, arqueólogos debatieron sobre su función: almacén agrícola, sitio ritual, sistema defensivo o colector de agua. Ninguna teoría era concluyente hasta ahora.
Un equipo internacional, con científicos de Australia, Estados Unidos y Perú, utilizó drones y análisis de sedimentos para mapear los agujeros y estudiar sus contenidos. Encontraron polen de maíz y fibras vegetales vinculadas a la cestería tradicional, lo que sugiere actividades económicas y sociales organizadas, similares al sistema de quipus incas, usado para contabilizar y administrar recursos.
La disposición de los agujeros indica planificación intencional y organización numérica, y su ubicación estratégica cerca de antiguos centros administrativos y cruces de caminos refuerza la hipótesis de un nodo clave en la circulación de bienes y coordinación social.
Aunque aún quedan preguntas sobre la cronología exacta y las funciones sucesivas de la Banda de agujeros, los investigadores destacan la innovación de los pueblos preincaicos y cómo sus tecnologías sociales precedieron a los sistemas incaicos. Su singularidad —no hay otra estructura igual en los Andes— convierte a Monte Sierpe en un hallazgo excepcional para la arqueología sudamericana.
Este descubrimiento también resuena en regiones andinas de Argentina, como Salta, donde la herencia cultural prehispánica sigue presente en tradiciones, saberes y la organización del territorio. Monte Sierpe recuerda que incluso estructuras aparentemente simples pueden ofrecer información valiosa sobre comercio, administración y vida cotidiana de sociedades antiguas.