La tensión en la Franja de Gaza volvió a escalar este fin de semana tras la entrega de dos cuerpos de rehenes israelíes por parte de Hamas a la Cruz Roja. El gesto, lejos de descomprimir la situación, profundizó el conflicto, ya que Israel mantiene bloqueado el paso de Rafah y exige la devolución de todos los cautivos fallecidos como condición para reabrir la frontera y permitir el ingreso de ayuda humanitaria.
La entrega ocurre en el marco de un frágil acuerdo de cese al fuego vigente desde el 10 de octubre. Hasta el momento, Hamas liberó a 20 rehenes con vida y entregó los restos de 12 personas. Israel, en respuesta, repatrió los cuerpos de 15 prisioneros palestinos, elevando a 135 la cifra total desde el inicio del intercambio.
Sin embargo, desde el gobierno israelí reiteraron que el cruce fronterizo con Egipto seguirá cerrado hasta que se cumpla completamente el acuerdo. Según Hamas, algunos de los cuerpos siguen sepultados bajo escombros o túneles destruidos por los bombardeos, lo que demora su recuperación. La demora generó nuevas acusaciones cruzadas: Israel acusa al grupo islamista de violar el pacto, mientras que Hamas alega que el proceso requiere tiempo y condiciones seguras.
Mientras tanto, la ayuda humanitaria continúa detenida en la frontera. Una misión de rescate turca con 81 especialistas lleva días varada sin poder ingresar a Gaza, donde los equipos locales trabajan sin descanso para recuperar cuerpos entre los escombros.
La situación humanitaria es cada vez más grave. Según datos de la ONU, más de un millón de personas necesitan asistencia urgente. Escasean alimentos, agua potable, medicamentos y refugios. La organización internacional activó un plan de emergencia para distribuir comidas, instalar carpas y reconstruir parte del sistema de salud, pero su implementación depende del desbloqueo del paso de Rafah.
En las calles de Gaza, el panorama es desolador: barrios enteros arrasados, familias desplazadas y hospitales colapsados. La población civil, atrapada entre los intereses políticos y militares, es la más afectada por un conflicto que no da tregua.
La falta de avances concretos en las negociaciones y la incertidumbre sobre los próximos pasos del acuerdo de paz dificultan una salida rápida. Mientras las condiciones humanitarias se agravan, el conflicto se mantiene en una tensa pausa, marcada por desconfianzas, amenazas y promesas incumplidas.
Gaza espera una solución que, por ahora, parece cada vez más lejana.