El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció el inicio de una nueva etapa en la ofensiva contra el narcotráfico internacional, que incluirá operaciones terrestres dirigidas a organizaciones criminales a las que acusa de abastecer de drogas al mercado norteamericano. El mandatario aseguró que la medida representa un giro operativo tras lo que considera el éxito de la campaña naval desplegada en el Caribe y zonas cercanas a Venezuela.
Desde la Casa Blanca, Trump sostuvo que el combate al tráfico de estupefacientes ingresó en una fase distinta debido a la capacidad de adaptación de las redes criminales. Según explicó, el fuerte control marítimo obligó a los grupos narcos a diversificar sus rutas, lo que llevó a Washington a avanzar ahora con acciones en tierra. En ese marco, aclaró que la ofensiva no está dirigida contra un país en particular, sino contra quienes definió como los responsables directos de un negocio que, afirmó, provoca cientos de miles de muertes al año en Estados Unidos.
El presidente volvió a señalar a Venezuela como un punto clave dentro del esquema del narcotráfico regional, aunque evitó presentar las futuras operaciones como un ataque directo al Estado venezolano. En su discurso, remarcó que los objetivos serán personas y organizaciones vinculadas a los cárteles y a estructuras criminales transnacionales que operan más allá de las fronteras nacionales.
Trump defendió la política antidrogas de su administración al asegurar que la etapa naval permitió interceptar la mayor parte de las sustancias ilegales que ingresaban por mar. Incluso habló de un impacto significativo en la reducción del ingreso de drogas y de miles de vidas salvadas, aunque reconoció que ese tipo de operativos tiene un límite frente a la capacidad de reorganización de las mafias.
El endurecimiento del enfoque militar viene acompañado por un refuerzo de las sanciones económicas. En los últimos días, el gobierno estadounidense avanzó con nuevas medidas financieras contra personas y empresas vinculadas al círculo de poder de Nicolás Maduro, a las que acusa de facilitar operaciones de narcotráfico y contrabando de petróleo. La estrategia apunta a cortar los flujos de dinero que sostienen tanto a las organizaciones criminales como a las estructuras políticas que, según Washington, les brindan protección.
En paralelo, Estados Unidos mantiene un importante despliegue militar en la región, con buques de guerra, portaaviones, aviones de combate y miles de efectivos. En ese contexto se produjeron múltiples operativos contra embarcaciones sospechosas de transportar drogas o crudo de contrabando, algunos de ellos con consecuencias fatales, lo que generó fuertes cruces diplomáticos con Caracas.
El anuncio de Trump se inscribe en una política de seguridad que combina presión militar, sanciones económicas y un discurso de mano dura contra el narcotráfico. Para la Casa Blanca, se trata de una amenaza directa a la seguridad nacional que justifica un accionar más agresivo y coordinado a nivel regional.
La definición, sin embargo, abre interrogantes sobre el impacto que una ofensiva terrestre de este tipo puede tener en América Latina. El narcotráfico es un fenómeno transnacional y altamente flexible, capaz de modificar rutas y estrategias en función de los controles. En ese escenario, la escalada impulsada por Estados Unidos suma un nuevo factor de incertidumbre en una región marcada por tensiones políticas, económicas y sociales.
Con este anuncio, Trump busca mostrar decisión y liderazgo en uno de los ejes centrales de su agenda, mientras el mapa del narcotráfico regional se reconfigura bajo la presión de una estrategia que promete ir más allá del mar y avanzar ahora sobre tierra firme.