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A CINCO AÑOS

Exhiben en el Senado la carta de Solange Musse, símbolo de los abusos en pandemia

Su familia sigue reclamando justicia.

Exhiben en el Senado la carta de Solange Musse, símbolo de los abusos en pandemia

A cinco años del fallecimiento de Solange Musse, el caso que expuso con crudeza las consecuencias humanas de las medidas sanitarias durante la pandemia vuelve a resonar con fuerza. La Biblioteca del Senado de la Nación será el escenario donde se exhibirá, el próximo 21 de agosto, la carta que la joven cordobesa escribió antes de morir. Un texto cargado de dolor, lucidez y una frase que quedó grabada en la memoria colectiva: “Hasta mi último suspiro tengo mis derechos”.

Solange murió sola, sin poder abrazar por última vez a su padre, Pablo Musse, quien había viajado más de mil kilómetros desde Neuquén para despedirse de ella. A pesar de contar con los permisos correspondientes, y tras un testeo con resultado positivo que él asegura fue erróneo, fue obligado a regresar escoltado por la policía. Nunca llegó a verla.

Durante los largos meses de aislamiento obligatorio, muchos vivieron situaciones similares: controles inflexibles, decisiones burocráticas sin sentido, y el dolor de la distancia impuesta por protocolos deshumanizados. El eco de esa frase escrita por una joven que sabía que le quedaba poco tiempo de vida resuena fuerte también en nuestra provincia, donde el recuerdo de la pandemia no se borra fácilmente.

La exhibición de la carta en el Senado no es un acto menor. Es un reconocimiento simbólico a lo que representó Solange, más allá de su historia personal. Es también una señal de que, aunque tarde, las instituciones comienzan a asumir la dimensión del daño causado. La carta estará disponible en su versión original, en braille y en inglés, buscando trascender lenguajes y fronteras.

El próximo paso en la búsqueda de justicia llegará el 5 de septiembre, cuando comience el juicio oral contra dos imputados: el exdirector del Centro de Operaciones de Emergencia (COE) de la zona sur de Córdoba y una trabajadora social. Ambos enfrentan cargos por abuso de autoridad, pero para la familia Musse, esto no alcanza. Consideran que detrás de esa cadena de decisiones hubo responsabilidad política a nivel provincial y nacional.

Pablo Musse, padre de Solange, no baja los brazos. Lleva cinco años recorriendo despachos, presentando denuncias y participando en actos públicos. Su objetivo es claro: que lo ocurrido con su hija no vuelva a repetirse. Desde su experiencia, denuncia que lo que vivieron no fue un error administrativo, sino una muestra de cómo el poder puede volverse ciego ante el sufrimiento humano. “Me trataron como un delincuente mientras los verdaderos presos recuperaban la libertad. A mí me escoltaron patrulleros a través de varias provincias. No me dejaron ver a mi hija, y eso no se lo deseo a nadie”, declaró en distintas oportunidades.

La causa judicial, que avanzó con lentitud, es observada con atención por organizaciones de derechos humanos y familiares de otras víctimas de restricciones abusivas. La expectativa es que el juicio pueda marcar un precedente legal, y que a partir de allí se investiguen otras responsabilidades.

Para quienes defienden la memoria de Solange, el juicio no debe ser visto como una instancia para ajustar cuentas con el pasado, sino como un paso necesario para construir un futuro con más garantías. “Esto no es solo por ella, es por todos los argentinos que padecieron decisiones arbitrarias y sin sentido”, insisten desde su entorno.

La frase que dejó escrita antes de morir, esa que hoy se transforma en emblema, no es una consigna vacía. Es un llamado de atención sobre la fragilidad de los derechos cuando el Estado se vuelve inflexible. En tiempos donde se discuten nuevas leyes de emergencia, límites al poder y garantías individuales, la historia de Solange vuelve para recordarnos que la humanidad debe estar siempre por encima de cualquier protocolo.

A cinco años de su partida, Solange Musse no es solo un nombre. Es una historia que sigue interpelando a toda la sociedad, desde los pasillos del Congreso hasta los hogares más humildes del norte argentino. Su carta, hoy patrimonio de la memoria nacional, nos recuerda que los derechos humanos no se suspenden ni siquiera en medio de una crisis sanitaria.

El próximo 21 de agosto, cuando la carta sea finalmente exhibida en el Senado, se abrirá una nueva etapa en esta historia. Una etapa en la que la memoria, la verdad y la justicia vuelvan a estar en el centro del debate.


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