La pobreza infantil mostró un descenso notable en el último año, según un nuevo relevamiento de UNICEF Argentina, que reflejó una mejora en los ingresos de los hogares con niñas, niños y adolescentes. Los datos surgen de la 9ª Encuesta Rápida sobre la Situación de la Niñez y Adolescencia, que la organización realiza desde 2020 para seguir de cerca el impacto de la economía en las familias argentinas.
De acuerdo con el informe, el porcentaje de hogares que no logra cubrir sus gastos corrientes bajó del 48% al 31% en tan solo doce meses. Se trata de una mejora significativa, especialmente visible en los sectores más vulnerables, donde los ingresos permitieron recuperar parte del poder adquisitivo perdido y cubrir gastos básicos de la crianza.
En términos concretos, muchas familias pudieron volver a destinar recursos a útiles escolares, vestimenta, alimentos y actividades recreativas, rubros que en los últimos años se habían visto seriamente afectados por la inflación y la pérdida de empleo. El alivio también se notó en el acceso a la salud: el porcentaje de hogares que no puede asistir al médico o al dentista por falta de dinero bajó ocho puntos porcentuales. A la par, el número de familias que debió restringir comidas por motivos económicos cayó del 52% al 30%, una diferencia que marca un cambio positivo en la calidad de vida infantil.
En el norte argentino, y particularmente en Salta, la mejora se siente con matices. Si bien el informe de UNICEF no desagrega por provincia, la situación local guarda relación con lo que reflejan distintos estudios provinciales: en barrios del Gran Salta y del Valle de Lerma, cada vez más familias logran estabilizar sus ingresos, aunque muchas lo hacen a fuerza de trabajos informales, changas o programas sociales.
“Hoy puedo comprarle a mis hijos lo que necesitan para la escuela, pero todavía no alcanza para ahorrar”, es una frase que se repite en distintas zonas urbanas y rurales de la provincia. Esta percepción muestra que, aunque los números son alentadores, la estabilidad económica sigue siendo frágil.
El informe de UNICEF advierte justamente sobre ese punto. A la par de la reducción de la pobreza, creció el endeudamiento de los hogares, sobre todo en los sectores medios. El porcentaje de familias con deudas formales —ya sea con tarjetas de crédito, bancos, prestamistas o a través de ANSES— pasó del 23% al 31%. Y si se suman los préstamos informales o los obtenidos por aplicaciones y billeteras virtuales, el número asciende al 45%.
Este fenómeno refleja una realidad que se ve también en Salta: muchas familias recurren a créditos personales o compras en cuotas para mantener su nivel de consumo, cubrir gastos de salud o educación, o simplemente para llegar a fin de mes.
Según la encuesta, cuatro de cada diez hogares dejaron de pagar algún servicio durante el último año. Además, un 16% reconoció tener dificultades para abonar las cuotas de tarjetas de crédito, y uno de cada diez debió interrumpir la cobertura de medicina prepaga o cambiar a sus hijos de escuela por problemas económicos.
En contextos provinciales como el salteño, donde el costo de vida no siempre va de la mano de los salarios, la situación se vuelve más compleja. El precio de la canasta básica creció de forma sostenida, y aunque la baja en la pobreza es una buena señal, el endeudamiento actúa como un termómetro de la vulnerabilidad estructural.
A nivel nacional, el estudio también mostró una mejoría en el acceso a servicios básicos. La proporción de hogares con dificultades para pagar luz, agua o gas bajó, aunque sigue siendo alta en regiones del NOA y NEA. En tanto, el gasto en transporte y alimentos continúa siendo el rubro que más afecta a las familias con chicos en edad escolar.
El representante de UNICEF en Argentina, Rafael Ramírez Mesec, destacó que los resultados muestran “avances frágiles”, y que la reducción de la pobreza debe ir acompañada de políticas públicas sostenidas. Si bien no se trata de una recuperación definitiva, la tendencia al descenso del índice de pobreza infantil abre una ventana de esperanza después de años de deterioro.
La encuesta, realizada entre hogares con al menos un menor de 18 años, se lleva a cabo dos veces al año y permite observar cómo los cambios económicos —inflación, empleo, políticas sociales— impactan directamente en la infancia. Desde 2020, el estudio se convirtió en una referencia clave para medir el bienestar de los chicos y adolescentes argentinos.
En el caso de Salta, las políticas de contención social, los programas alimentarios y la ampliación de los beneficios de la Asignación Universal por Hijo han tenido un papel relevante para amortiguar la crisis. Aun así, especialistas locales coinciden en que el desafío pasa por generar empleo genuino y mejorar los ingresos reales, especialmente en el interior de la provincia, donde las oportunidades laborales son más limitadas.
El informe de UNICEF pone sobre la mesa una realidad compleja: por un lado, hay señales de recuperación y una reducción tangible de la pobreza; por otro, aumenta el riesgo de endeudamiento entre las familias que intentan mantener un nivel de vida digno en medio de la incertidumbre económica.
Para los hogares salteños, esto se traduce en una sensación ambivalente: hay alivio, pero también preocupación. El acceso a bienes básicos mejora, pero el costo financiero que implica sostenerlos puede comprometer los avances a futuro.
La mirada de los próximos meses estará puesta en cómo evolucione la inflación, los salarios y el empleo, factores que determinarán si esta baja en la pobreza se consolida o si, por el contrario, se trata de un respiro temporal.
En definitiva, el nuevo informe de UNICEF deja una conclusión clara: la pobreza infantil bajó, pero la desigualdad económica sigue siendo una deuda pendiente. Y aunque los números invitan al optimismo, en lugares como Salta, donde la recuperación llega más lento, el desafío de garantizar una infancia sin carencias todavía está lejos de resolverse.