MÁS DE OPINIÓN


Estafa, bronca y desilusión en la Interna radical

POLÍTICA

Estafa, bronca y desilusión en la Interna radical

En medio de evidentes maniobras y la vista gorda de la Justicia Electoral, Miguel Nanni, retiene la conducción de la UCR salteña. Con la llegada de la diputada Soledad Farfán a la presidencia del Comité Provincia, triunfa el ala kirchnerista.

Trampas y continuidad en la UCR de Salta

POLÍTICA

Trampas y continuidad en la UCR de Salta

Manejos oscuros, compromisos políticos y trampas constantes, sigue siendo moneda corriente en las elecciones internas de la Unión Cívica Radical.


PASO 2023

Son consecuencias, estúpido

“Es la Economía, estúpido” fue la frase posibilitadora de la victoria de Clinton sobre Bush padre, allá en los lejanos 90’s. Hoy, en Argentina, está más vigente que nunca.

Son consecuencias, estúpido

Por José Brandan

Argentina pendular, de izquierda a derecha y a veces sin rumbo (como ahora). Lo cierto es que durante los últimos 100 años el país se movió de un sitio a otro dentro del espectro ideológico y los resultados siempre fueron vanos. No somos ni chicha ni limonada. En este sentido, la caída del PBI per cápita es una constante en el período citado. Hoy ya podemos decir que sencillamente rebotamos en el fondo, cual pelotita de ping pong, inmersos en una crisis constante que nos empobrece día a día.

No se ofenda, querido lector, por el título. Apele a su memoria. Seguramente la escuchó con anterioridad. Esta frase pertenece a James Carville, estratega de campaña de Bill Clinton en 1992. El cowboy rosquero notó que, si bien la política externa llevada a cabo por Bush padre lo había colocado en un lugar de privilegio de cara al electorado, los problemas locales eran obviados y se podían explotar para dar un matiz de esperanza al joven George Clinton. Poner la mira en los problemas locales fue el gol de Carville y Clinton ganó. Hoy en día, la frase es utilizada por todo departamento de marketing cuando no hay buenas y frescas ideas. Está naturalizada.

Consecuencias

Siempre me sorprendió cuando la izquierda bien pensante se horroriza porque un grupo de vecinos atrapa a un ladrón, o violador, o delincuente “X”, y hace justicia por mano propia. Los linchamientos públicos no deben ser vistos como un problema per sé. Criticar o demonizar a un grupo de personas que llegó al momento límite de cometer una atrocidad de ese tipo no es una causa, es una consecuencia. Es la ausencia de autoridades, policías, fiscales, jueces y gobernantes. Es la consecuencia de los estados bobos, muy de moda por estas épocas. Es la versión violenta del cansancio y el hastío.

Con el caso del fenómeno Milei pasa algo similar. Nuestro gen argentino nos llevó a denostar cualquier atisbo de pensamiento liberal. Somos una sociedad que se pretende socialista, pero en donde el sistema no funciona. Está la alta carga impositiva, los impuestos del primer mundo, sin embargo la retribución esperada no existe, nunca llega.

Educación pública con graves falencias y problemas de infraestructura (ver resultados de pruebas PISA de los últimos años), un sistema de salud decadente he incapaz de contener que obliga a utilizar el sistema privado y quien no tenga obra social corre a la buena de Dios. La falta de infraestructura que nos permita mostrar que somos un país desarrollado, entre otras carencias, son problemas que interpelan al ciudadano. La gente se pregunta ¿por qué nunca llegamos a ese podio reservado para los mejores del mundo: “nosotros, los argentinos”?

Si, nos vendieron durante años que el estado debía hacerse cargo de todo o casi todo. Nos vendieron ilusiones y espejitos de colores a cambio de una gran parte de nuestras ganancias individuales. También nos dijeron que debíamos cuidar al empresariado nacional, debíamos amar a nuestra clase política y, sobre todo, odiar al “neoliberalismo”, ese cuco que viene de noche para robarnos el pan y sumirnos en la más oscura de las pobrezas. Así nos pasaron los últimos cuarenta años.

El 2020, la década, nos encuentra en la peor crisis por la que hayamos pasado y, ni el kirchnerismo, ni Juntos por el Cambio, levantan el guante y asumen responsabilidades. El kirchnerismo finaliza con Sergio Massa al frente, algo impensado y contradictorio. Juntos por el Cambio, en tanto, paga el precio de haberse dejado llevar por los resultados de los Focus Groups que ordenaban la cautela, la mesura y no asumir el rol maldito: aceptarse liberales y en una feliz salida del closet que les permita captar votos.

Milei encuentra, en este panorama, un campo fértil de mentes jóvenes deseosas de integrarse al mundo moderno que observan desde YouTube y TikTok. Jóvenes que quieren viajar, consumir, y hacer lo que se les venga en gana, sin mandatos ideológicos ni peleas mundanas. Los pibes de hoy quieren vivir y realizarse, cumplir sus propios sueños. La generación post dos mil no sufre lo sucedido en los terribles setentas, no al menos como lo sufrió nuestra generación, la de los X’s. Ni hablar de la anterior, nuestros revolucionarios boomer’s.

Gente de a pie a la que no le interesan las utopías

En los resultados de ayer también es importante el rol del laburante. El que no estuvo, no está ni estará politizado, ese ser que tantos dolores de cabeza provoca en nuestros sectores intelectuales de izquierda. Lo suelen llamar, despectivamente, “El Desclasado”. Menudo insulto, señores progresistas sensibles.

¡Qué derecho tenemos nosotros, quienes tenemos el privilegio de trabajar pensando, de criticar el hastío de un laburante que maneja 12 horas diarias un taxi para poder comer de vez en cuando? ¿Qué derecho tenemos a criticar de reojo, y culpar al albañil que se desloma en una obra con el fin de que a su familia no le falte nada? ¿insultar de ese modo a la señora que se parte las piernas limpiando casas? Si le hablas a cualquier laburante de “movilidad ascendente”, te va a sacar carpeando, nene, y con razón. Se revientan laburando hace cuarenta años mientras la clase política que le recita mieles al oído cada cuatro años se pavea en autos y casas que él o ella no tendrán jamás.

La movilidad ascendente es, en este país, un privilegio de casta.

El laburante no asciende, sus hijos no reciben el cuidado paterno porque papá y mamá están fuera todo el día viendo de donde sacar para comer. Los chicos se hacen solos, o se deshacen y caen en la esquina. La movilidad social tan promocionada es descendente. Argentina es una máquina de impedir. Una fábrica de pibes marginales con los días contados por el consumo de paco.

Esta máquina de impedir se terminó transformando en la causa. La patria no nos deja. Los líderes no nos dejan, la casta no nos deja. Milei, es una consecuencia de esto. El tipo, una eminencia en estudios de economía, tiene autoridad, y eso duele. Asegura tener un plan, quiere cambiar todos los muebles de lugar y dar vuelta la casa. Nunca algo más sencillo de comprender. Si aplicas la misma fórmula al mismo problema no esperes resultados distintos. Y el votante argentino, los jóvenes, el trabajador de a pie, el cansado y el que ya las pasó todas vio en Javier Milei una nueva oportunidad. Por eso lo votaron. Con-se-cuen-cia.

Entender que el León liberal es una consecuencia, y no una causa, interpela a los poderes, al circulo rojo, a los claustros de universitarios en donde se cranearon las fallidas políticas ejecutadas en las últimas cuatro décadas.

Milei los deja en evidencia, en off side, y lo que es peor: el flamante ganador de las PASO 2023 logra acumular votos con un discurso políticamente incorrecto, lejano a lo que hoy en día el Establishment obliga. Entender esto es una parte fundamental del trabajo que se debe hacer desde la izquierda y el centro moderado, si es que aun les interesa ser una opción electoral válida en este país. La modernización de la Argentina, que no tiene por qué ser ni buena ni mala, en sí, ya inició.

La derecha tiene dueño, falta que se acomoden los nuevos jugadores del resto de los espectros, antes de que los coman los gusanos y caigan en el olvido.


¿Te gustó la noticia? Compartíla!