El uso de hondas y rifles de aire comprimido sigue siendo considerado por muchos como un juego, una tradición heredada. Pero lo que debería alarmarnos es cómo, en pleno siglo XXI, esta práctica sigue cobrándose vidas en silencio, incluso de especies protegidas.
En las últimas semanas, la ola polar provocó que numerosas aves silvestres buscaran refugio en áreas urbanas de Salta. Entre ellas, los tucanes fueron los más visibles... y también los más castigados. Decenas de reportes provenientes de Tartagal, Metán, Campo Quijano, San Lorenzo y del área metropolitana de la ciudad de Salta dan cuenta de casos de maltrato y muerte. Las escenas se repiten: aves heridas a pedradas, disparos con aire comprimido o perseguidas como si fueran plagas.
Este fenómeno no solo expone la brutalidad cotidiana hacia la fauna, sino que también desnuda el grave déficit de gestión de la Secretaría de Ambiente de la provincia. La falta de controles, sumada a la inexistencia de campañas de educación ambiental o comunicación preventiva por parte de las áreas de biodiversidad, reflejan una desidia institucional alarmante. Todo esto bajo la órbita del Ministerio de Producción y Desarrollo Sustentable, encabezado por Martín de los Ríos.
Los funcionarios a cargo de estas áreas no solo carecen del interés necesario, sino también de la formación adecuada para afrontar una crisis de biodiversidad cada vez más profunda. Salta es la segunda provincia con mayor diversidad biológica del país, solo detrás de Misiones. Aun así, el programa provincial, liderado por la Dra. Chanampa, no presenta acciones claras ni planes de control frente a los conflictos entre fauna silvestre y actividades humanas.
La legislación sobre caza y pesca está desactualizada y no ha sido revisada en años. No existen planes regionales de manejo ni estrategias de conservación, ni siquiera para especies en peligro crítico como la Taruka, el Yaguareté, el Tapir o los Guacamayos. Nuestra biodiversidad, aún rica en especies únicas, no es prioridad para nadie. Consideremos también que muchas de estas especies son consideradas monumentos naturales bajo la administración del sistema de áreas protegidas a cargo del Lic. Musalem, quien parece no estar ni siquiera informado.
Los tucanes son apenas la punta del iceberg. Detrás de su muerte hay una cadena de responsabilidades institucionales que nadie parece dispuesto a asumir. Hay un profundo desconocimiento social sobre la normativa que protege a la fauna, pero también una ausencia total de políticas públicas que la respalden.
Hoy, la conservación de nuestra biodiversidad pende de un hilo. Su futuro, a corto y mediano plazo, es un gran signo de interrogación. Y el potencial turístico o de desarrollo sustentable vinculado a estos recursos naturales no pasa de ser una fantasía repetida en discursos oficiales sin sustento en la realidad.