Alex Caniggia no pide permiso. Su estilo es frontal, excesivo y calculadamente provocador. Las fotos al borde de la censura que compartió esta semana no son una excepción, sino una reafirmación de su identidad pública. “El fuego corre por mis venas y la locura por mi cabeza, Soy explosión nuclear, El calor que manejo es ilegal. A veces intento ser humilde, despues me miro al espejo y se me quita”, escribió el influencers.
Las fotos no tardaron en generar reacciones. En Instagram, donde acumula más de 3,2 millones de seguidores, los comentarios se multiplicaron. Entre los primeros en alzar la voz estuvo Marley, quien dejó un mensaje breve pero elocuente: “The Emperor”. También se sumó Furia Scaglione, con un comentario que celebraba la audacia del mediático.
Pero no todo fue elogio. Como suele ocurrir con las publicaciones de alto voltaje, hubo quienes cuestionaron el nivel de exposición, el tono del mensaje y la intención detrás de las imágenes. Sin embargo, Caniggia parece moverse con comodidad en ese terreno de controversia. Para él, la crítica es parte del juego. Y cuanto más se habla, más se fortalece su personaje.
Lo que diferencia a Alex Caniggia de otros influencers o figuras mediáticas es su capacidad para convertir cada gesto en una performance. No se trata solo de mostrar el cuerpo o exhibir lujos. Se trata de construir una narrativa visual donde él es el protagonista absoluto. El baño de mármol, la bata abierta, los tatuajes, la luz azul, el cartel en chino junto al sanitario: cada elemento suma a la historia que quiere contar.
En ese sentido, su figura pública no se limita a lo que dice, sino a cómo lo dice y desde dónde lo dice. El hotel no es solo un lugar de descanso, es un escenario. El espejo no es solo un objeto, es un portal hacia su ego. Y el celular no es solo una herramienta, es el medio por el cual se multiplica su imagen.