Ucrania volvió a asestar un golpe sensible a la infraestructura energética rusa. Un nuevo ataque con drones provocó un incendio en la refinería Afipsky, ubicada en la región de Krasnodar, al sur del país. Si bien el fuego fue controlado horas después, el daño afectó directamente una unidad de producción, obligando a frenar las operaciones.
La planta procesaba más de 9 millones de toneladas de crudo al año y abastecía de diésel y queroseno a las fuerzas rusas desplegadas en Ucrania. Su cercanía al frente de combate —a menos de 200 kilómetros— la convertía en un punto clave para la logística militar rusa.
Este ataque se suma a otros similares registrados en agosto, y forma parte de una ofensiva sostenida por parte de Kiev para debilitar la capacidad de refinamiento de combustibles de Rusia. En total, desde el inicio de estas acciones, se vieron afectadas al menos cinco refinerías, con una pérdida estimada de más de un millón de barriles diarios en capacidad de producción.
La presión ya se siente en el mercado interno ruso. Más de 300 estaciones de servicio cerraron en distintas regiones y se aplicaron restricciones en la venta de combustible, con topes de entre 10 y 20 litros por persona. En Crimea y Sebastopol, alrededor del 50% de las estaciones están fuera de servicio, lo que complica aún más la logística militar en el sur ucraniano.
Rusia aseguró haber derribado 55 drones ucranianos en la misma jornada del ataque, aunque tres lograron impactar en Krasnodar Krai. El uso de drones de fabricación nacional y largo alcance por parte de Ucrania marca una evolución en su capacidad ofensiva, capaz de alcanzar objetivos estratégicos lejos del frente.
Afipsky había finalizado recientemente una ambiciosa expansión valuada en 217 mil millones de rublos, con planes de modernizarse para producir combustibles bajo estándares Euro-5. El ataque interrumpe este avance y expone una vulnerabilidad que Kiev viene explotando con creciente eficacia.
Pese a las declaraciones oficiales rusas que buscan restar importancia al daño, los números muestran otra realidad: la producción de gasolina cayó un 10% y la capacidad total de refinamiento se redujo un 17%. En un contexto de sanciones internacionales y presión económica, estos golpes al corazón energético de Rusia profundizan la fragilidad del sistema.
La guerra energética no se libra sólo en los campos de batalla, sino en refinerías como Afipsky, donde cada ataque representa un movimiento calculado en una partida de desgaste que aún está lejos de terminar.