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LA HISTORIA

El libro que llevó a Mel Gibson a escribir La Pasión de Cristo

Además de los Evangelios, el director recurrió a otro texto, basado en revelaciones de una mística del siglo XVIII volcadas en un relato muy gráfico de la Semana Santa

El libro que llevó a Mel Gibson a escribir La Pasión de Cristo

Ana Catalina Emmerich (s.XVIII) aseguraba haber “visto” la Última Cena, la traición de Judas, el arresto de Jesús en el jardín de Getsemaní, su comparecencia ante el Sanedrín, Herodes y Pilato, la flagelación, el camino al Gólgota, la crucifixión y muerte. Y lo describe todo con muchos detalles que aparecen en la exitosa película.

La lectura de las revelaciones de la beata Ana Catalina Emmerich fue clave para Mel Gibson en la elaboración del guion de La Pasión y en particular para el personaje de María. Los Evangelios son muy parcos en ciertos pasajes. No hay referencias a la Virgen en los últimos días de Jesús, hasta la escena al pie de la cruz, cuando asiste a la agonía de su Hijo.

Gibson se inspiró entonces en buena medida en el texto de Emmerich y presenta una María que el licenciado Pablo Marini, autor de Redimidos, un libro sobre la película La Pasión de Cristo, describe como “equilibrada”, porque “no es ni la Virgen llorona mexicana, al borde del desmayo, ni tampoco la Virgen impávida o hierática de una estampita; es una Virgen en tensión permanente, en comunicación con el Hijo”. Y la única consciente, además de Jesús, de lo que va a suceder.

La beata alemana Ana Catalina Emmerich nació el 8 de septiembre de 1774 en el seno de una familia campesina muy piadosa. Ingresó a un convento agustino a los 28 años. Desde niña tenía la certeza de que hablaba con Jesús, lo veía, y era testigo de su apostolado.

En 1812 un estado agudo de debilidad la dejó postrada y empezó a tener estigmas, marcas similares a las de Cristo en su calvario, por eso en muchos de sus retratos aparece con la cabeza vendada.

Las autoridades eclesiásticas revisaron los estigmas de Ana Catalina y escucharon sus relatos, para asegurarse de que no se los transmitía nadie.

En el año 1819, enviaron al poeta Klemens Brentano a visitarla; ella le transmitió sus revelaciones a las que él dio forma de libro: “La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo de acuerdo a las Meditaciones de Anne Catherine Emmerich”.

Se trata de un relato muy detallado y sobre todo muy gráfico de lo que hoy llamamos la Semana Santa, que comienza con la decisión de Jesús de ir a Jerusalén a celebrar la Pascua con los discípulos y concluye con su resurrección. Ana Catalina Emmerich asegura que “ve” los sitios que recorre Cristo, y también otras personas en situaciones en las que no aparecen en los Evangelios pero que bien podrían haber sucedido como ella las relata. Es decir, alguien preparó la cena para Jesús y los 12 -búsqueda del lugar, elaboración de la comida, servicio-. ¿Dónde estaba María, la madre de Jesús, en esa víspera de la crucifixión? ¿Dónde María Magdalena? No podían estar muy lejos puesto que ambas aparecen al pie de la cruz y luego en el sepulcro.

Todo eso lo “ve” y describe Emmerich.

Ello explica el protagonismo que tiene María en la película de Gibson, pues la Beata describe paso a paso lo que habría hecho la Virgen en esos días de la pasión de su Hijo. Quien haya leído sus visiones, percibirá la gran cantidad de detalles que fueron tomados de ese relato que contiene escenas de mucho realismo y emoción. Por caso, la mujer de Pilato compadeciéndose de la Madre de Cristo o la llamada “segunda caída” de Jesús bajo el peso de la cruz camino al Gólgota frente a María.

La crucifixión es descrita paso a paso, con una crudeza que incluye los tironeos y hasta las dislocaciones necesarias para hacer coincidir el cuerpo con los soportes de la cruz, en un párrafo tan duro de leer como duras eran de ver las escenas de La Pasión.

Luego de la muerte de Jesús, en el relato de Emmerich sigue una descripción de la escena que es clásica en el arte, la de María con el cuerpo de su hijo sobre el regazo: “Nicodemus y José pusieron las escaleras detrás de la cruz, subieron y arrancaron los clavos. En seguida descendieron despacio el santo Cuerpo, bajando escalón por escalón con las mayores precauciones. (...) ...como si hubiesen temido causar algún dolor a Jesús”. Y sigue: “Habiendo descendido el santo Cuerpo, lo envolvieron y lo pusieron en los brazos de su Madre, que se los tendía poseída de dolor y de amor. Así la Virgen Santísima sostenía por última vez en sus brazos el cuerpo de su querido Hijo, a quien no había podido dar ninguna prueba de su amor en todo su martirio…”

Desde que se estrenó el film (2004), Pablo Marini, docente con 30 años de experiencia en universidades católicas en las materias Teología, Filosofía y Ética, ha dado charlas sobre el film en las que lo analiza desde el punto de vista cinematográfico y teológico y lo considera un instrumento de evangelización.

En el libro que acaba de publicar, Redimidos, hace una revisión pormenorizada de los personajes de La Pasión. Los divide entre hombres y mujeres porque, como dijo en una entrevista con Infocatólica, “es obvio que Gibson presentó esos bloques muy bien diferenciados”.

Las mujeres tienen actitudes valientes, piadosas, compasivas, amorosas y decididas. “Y no por ninguna concesión a lo políticamente correcto, sino porque la historia evangélica es clara al respecto”, señala Marini.

“En contraste, las figuras masculinas -excepto Jesús, como es obvio-, en general, no salen bien paradas: brutalidad, crueldad, son comunes en muchos de los personajes; cobardía, indecisión, dudas, traición en otros; odio, ofuscación, ceguera en varios más”.

Pero agrega otra interesante categoría de personajes cuya característica es “la indiferencia frente a la verdad”. Es el caso de Pilato y Herodes. Hay una escena muy significativa en la que la esposa de Pilato le dice a su marido: “Si no quiere oír la verdad nadie te la puede decir”.

En una entrevista en el canal de Youtube de Jóvenes Unidos Marianos Misioneros (JUMM), Marini dice que en la escena de la comparecencia ante Herodes, Jesús no pronuncia ni una sola palabra: “Cristo no le responde a Herodes porque hay personas que no se merecen escuchar la verdad”.

Las revelaciones de Emmerich

El relato de la Beata completa el texto bíblico. Por ejemplo, según los Evangelios, Jesús pidió a dos de sus discípulos que se adelantaran para ir preparando la cena que sería la última. Emmerich dice: “Por la mañana, mientras los dos Apóstoles se ocupaban en Jerusalén en hacer los preparativos de la Pascua, Jesús, que se había quedado en Betania, hizo una despedida tierna a las santas mujeres, a Lázaro y a su Madre, y les dio algunas instrucciones. Yo vi al Señor hablar solo con su Madre; le dijo, entre otras cosas, que había enviado a Pedro, el Apóstol de la fe, y a Juan, el Apóstol del amor, para preparar la Pascua en Jerusalén”.

Según Emmerich, Jesús le habló también a su Madre sobre el discípulo que lo traicionaría. “Judas había ido otra vez de Betania a Jerusalén con el pretexto de hacer un pago. Corrió todo el día a casa de los fariseos, y arregló la venta con ellos. Le enseñaron los soldados encargados de prender al Salvador. Calculó sus idas y venidas de modo que pudiera explicar su ausencia. Volvió al lado del Señor poco antes de la cena. Yo he visto todas sus tramas y todos sus pensamientos”.

En cuanto a la reacción de María ante la confidencia de su Hijo, dice: “Cuando el Señor anunció a la Virgen lo que iba a suceder, Ella le pidió de la manera más tierna que la dejase morir con Él. Pero Él le recomendó que tuviera más resignación que las otras mujeres; le dijo también que resucitaría, y el sitio donde se le aparecería. Ella no lloró mucho, pero estaba profundamente triste”.

 


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