En Salta, cada vez se hace más evidente una postal que preocupa: locales comerciales vacíos, peatonales con poco movimiento incluso los fines de semana, y un clima generalizado de incertidumbre entre los pequeños y medianos empresarios. La caída del consumo es hoy el mayor desafío para las pymes de la provincia, que ven cómo sus ventas se desploman mientras los gastos fijos siguen corriendo.
Desde la Cámara de Pequeños y Medianos Empresarios de Salta advierten que la situación es insostenible. No se trata solo de una coyuntura difícil, sino de un cambio profundo en las condiciones del mercado que golpea con fuerza al sector. A diferencia de otras crisis, en esta oportunidad el consumo interno parece haberse evaporado, y sin circulación de dinero, cualquier intento de sostener la actividad se vuelve cuesta arriba.
El contexto económico nacional, con una inflación acumulada que erosiona el poder adquisitivo de los salteños y una apertura de importaciones que favorece productos más baratos provenientes del exterior, pone a las pymes locales en una posición de extrema vulnerabilidad. En palabras de referentes del sector, competir con China es directamente imposible, tanto por volumen como por precios. La única salida posible, dicen, es reconvertirse y apostar al valor agregado.
La falta de plata en la calle no es solo una percepción: se refleja en los números de ventas, en la merma de clientes y en el cierre progresivo de locales, especialmente en el centro de la ciudad y en zonas comerciales clave. Comerciantes coinciden en que la actividad cayó fuertemente en los últimos meses, con picos negativos que no se veían desde hace años. A esto se le suma la creciente tendencia de compras en zonas de frontera o a través de plataformas online, donde los precios suelen ser más bajos, pero donde el dinero se fuga del circuito local.
El problema no es menor, ya que las pymes representan una parte vital del tejido productivo de Salta. No solo generan empleo genuino, sino que dinamizan la economía regional a través de múltiples rubros: desde la gastronomía y la indumentaria, hasta los servicios y la producción artesanal. Sin embargo, en este escenario adverso, muchas de ellas enfrentan serias dificultades para continuar operando. Algunas optaron por achicarse, otras por reconvertirse, y muchas directamente bajaron la persiana.
Ante este panorama, desde la Cámara Pyme salteña impulsan una estrategia clara: fomentar el consumo local. La idea es sencilla, pero potente: cuando los salteños compran productos hechos en la provincia o consumen en comercios de acá, ese dinero vuelve a circular en la misma comunidad. Se paga un salario, se paga un alquiler, se contratan otros servicios, y así se genera una cadena virtuosa que puede atenuar el impacto de la crisis.
Sin embargo, para que esta lógica funcione, también se necesita una conciencia colectiva. Elegir lo local no siempre es la opción más barata, pero puede ser la más sostenible. En este sentido, se apunta a revalorizar lo propio: una comida casera, una prenda hecha con trabajo artesanal, un emprendimiento familiar. En contraposición a los productos de bajo costo que inundan el mercado desde el exterior, las pymes locales pueden ofrecer identidad, calidad y cercanía.
También se destaca la necesidad de innovación. La reconversión, explican desde el sector, no significa abandonar lo que se hace, sino adaptarlo a las nuevas demandas. Buscar nichos, diferenciarse, sumar valor agregado. En definitiva, reinventarse para sobrevivir. Y aunque no es un camino fácil, muchos emprendedores ya comenzaron ese proceso, explorando nuevas formas de comercialización, fortaleciendo su presencia en redes sociales, y mejorando sus propuestas.
El contexto político nacional también genera inquietud. Las recientes medidas económicas, como la eliminación de ciertas regulaciones y la flexibilización de importaciones, son vistas por muchos como una amenaza directa a la producción local. Sin embargo, desde la dirigencia empresarial salteña prefieren enfocarse en la acción antes que en la protesta. “Manifestarse contra decisiones ya tomadas no cambia nada”, sostienen. En cambio, apuestan a canalizar esa energía en propuestas concretas que ayuden a sostener la actividad y preparar el terreno para un eventual repunte.
Mientras tanto, la calle sigue hablando. Y lo que dice no es alentador. En las peatonales céntricas de Salta, donde antes era difícil caminar los sábados por la cantidad de gente, hoy se pueden ver veredas vacías y vidrieras sin movimiento. En los shoppings, los locales operan con mínimos de personal, y las promociones ya no alcanzan para atraer clientes. En los barrios, muchos comercios de cercanía sobreviven gracias a la fiada o a las compras chicas, día a día.
Para las pymes salteñas, el desafío está planteado: sobrevivir en medio de una crisis que no da respiro, sin resignar calidad ni identidad. El camino será largo y probablemente difícil, pero también puede ser una oportunidad para repensar el rol de la producción local y la importancia de fortalecer el tejido económico desde adentro. Porque si algo quedó claro en este último tiempo, es que sin consumo no hay comercio, y sin comercio no hay provincia que crezca.