Admitir la verdad lleva a la personas a alcanzar su desarrollo más pleno, mientras que el proceso contrario deriva en un paulatino escape de la realidad, una necesidad constante de autoengaño. "El lunes empiezo la dieta", "sé controlar el consumo de alcohol y de drogas", "este mes me anoto en el gimnasio" o "uso el celular solo por cuestiones de trabajo" son algunos ejemplos. El autoengaño se erige como una armadura que nos defiende de las experiencias difíciles de asimilar, como un escudo que nos protege de la ansiedad en un mundo muchas veces hostil.
La palabra "autoengaño" hace referencia a mentirse a uno mismo. Nadie está libre de autoengañarse, ya que se trata de un fenómeno psicológico muy frecuente y suele darse en aquellos momentos en los cuales nos convencemos de una realidad que es falsa, y al hacerlo de forma inconsciente le otorgamos un importante poder. Existe un autoengaño funcional que se observa principalmente cuando alguien se miente buscando convencerse de que su decisión es correcta. Resulta útil para evitar el malestar que deriva del fracaso. La persona decide transformar una verdad (no ser capaz de alcanzar una meta) en una mentira que la tranquiliza (la meta no vale la pena). No hay desafío sino una búsqueda de permanecer en la zona de confort.
Hay otra forma que, con mucha frecuencia, se observa en las personas celosas que terminan mintiéndose para convencerse de que algo externo es responsable de su situación. La compasión alcanzada otorga una protección para la autoestima y para el ego. Este estilo hace creer que nada de lo que ocurre es responsabilidad propia y que siempre se es víctima de las circunstancias.
Una de las maneras más sutiles de autoengañarse es mentirle a los demás para convencerse a uno mismo, incluso transmitiendo historias y percepciones que están tergiversadas. Si bien la persona es consciente en un principio de esta distorsión de la realidad, poco a poco terminará absorbida tanto por el relato como por el personaje. Todo engaño está destinado a la autopromoción. "El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera", solía decir Alexander Pope.
Autoengaño, en definitiva, es un término utilizado para esas mentiras que muchas veces, sin querer, nos contamos a nosotros mismos, esas excusas que nos inventamos para evitar hacernos daño y reducen el sufrimiento de la realidad en la que estamos inmersos. "La verdad tiene estructura de ficción", planteaba Jacques Lacan. Así, cuanto mejor nos engañemos mejor engañaremos a los demás, ya que la manera más efectiva de esconder un engaño profundamente es no siendo consciente de él. Dostoievski escribió: "Todo ser humano tiene algunos recuerdos que solo contaría a sus mejores amigos. Pero, además, existen cosas que uno ni siquiera se atreve a contarse a sí mismo".
Uno de nuestros mayores logros a nivel personal es alcanzar, en un momento dado, la total autonomía emocional. Es el instante en cual nos responsabilizamos por completo de nosotros mismos, sin dependencias tóxicas y sin necesidad de ser validados por nadie, para luchar con dignidad y aplomo en la búsqueda de lo que queremos y merecemos. Pero no es fácil, esta autonomía tiene varios muros. Las presiones externas y nuestros saboteadores internos coartan este objetivo la mayor parte del tiempo.
Hay un viejo proverbio árabe que asegura: "No despiertes al esclavo porque quizá está soñando que es libre". Pero el sabio dirá: ¡Despierta al esclavo!. Especialmente si sueña con la libertad. Despiértenlo y háganle ver que es un esclavo; solo mediante esa conciencia podrá quizá liberarse". Evitar la realidad puede producirnos un alivio instantáneo, pero a la larga supondrá un costo elevado para nosotros, pues lo que no se afronta tenderá a repetirse. Tal vez por eso Carl Jung decía: "Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma".
Como bien señalamos, el autoengaño funcional se emplea cuando una persona busca convencerse de que su decisión es correcta. El ejemplo más conocido lo encontramos en la fábula de Esopo sobre la zorra y las uvas, que nos ilustra este fenómeno a fin de que la mentira no adultere nuestra propia experiencia.
"En un día muy caluroso, una zorra deambulaba muy hambrienta y sedienta cuando en el camino pasó por un viñedo y vio unos deliciosos racimos de uvas ya maduras. Eran unas suculentas uvas, brillantes y jugosas que llamaron su atención. La zorra se puso de puntillas para poder alcanzarlas, pero no llegó. Había un problema: los racimos de uvas estaban muy altos y la zorra no llegaba para comerlos. Buscó todos los medios posibles para lograrlo, pero sus intenciones fueron infructuosas. Incluso brincó varias veces, lo más alto posible, pero no pudo alcanzarlos. Derrotada y cansada de tanto esfuerzo, la zorra se dispuso regresar al bosque. Mientras se iba, sin las uvas, se decía para sí misma: De todas formas no merecía la pena el esfuerzo, esas uvas estaban verdes, no servían para comer, solo eran buenas para los miserables".
Por Aldo Godino