Los mercados financieros arrancaron la semana con un panorama sombrío para la Argentina. Acciones y bonos volvieron a registrar caídas significativas tanto en la Bolsa porteña como en Wall Street, en medio de un clima de incertidumbre que golpea de lleno a los inversores locales e internacionales.
Hacia el mediodía del lunes, el índice S&P Merval retrocedía 3,4% en pesos, con un valor de 2.034.199 puntos. La caída no solo impacta en la jornada, sino que se arrastra en el tiempo: acumula un desplome de casi 12% en agosto y de cerca del 20% en lo que va del año. Medido en dólares financieros, la foto resulta aún más preocupante: el Merval USD se ubicó en 1.504 puntos, lo que marca un retroceso de 4,5% en la rueda y pérdidas cercanas al 30% desde enero.
La presión también se sintió sobre la deuda soberana. Los bonos emitidos bajo legislación extranjera, que funcionan como termómetro de la confianza inversora, se hundieron más de 3% en toda la curva. Este movimiento refleja la creciente desconfianza de los mercados sobre la capacidad del Gobierno para sostener el programa económico y encarar las obligaciones financieras en un escenario de fragilidad.
En Nueva York, los ADR de compañías argentinas profundizaron las pérdidas vistas en la apertura. Los bancos lideraron las bajas: Grupo Supervielle retrocedió más de 7%, Banco Macro 6,6%, Galicia 5,3% y BBVA 5,2%. El golpe alcanzó también a las energéticas y a las firmas de servicios, con desplomes superiores al 6% en Edesur y bajas de entre 4 y 5% en Central Puerto, Pampa Energía, YPF y Transportadora de Gas del Sur.
El retroceso no se limitó a los sectores financieros y energéticos. Empresas como IRSA, Cresud, Bioceres, Telecom, Loma Negra y Globant también cayeron con fuerza, con bajas de entre 3 y 4,5%. Incluso gigantes como Mercado Libre, Adecoagro y Tenaris se sumaron a la tendencia negativa, aunque con pérdidas más moderadas. La única excepción fue Ternium, que logró avanzar 1% en la jornada y se desmarcó del derrumbe generalizado.
Los analistas señalan que el comportamiento de los activos argentinos está vinculado a una combinación de factores: la falta de señales claras de estabilidad fiscal, la volatilidad cambiaria y la incertidumbre política de cara al calendario electoral. El resultado es un escenario de alta desconfianza que castiga especialmente a las acciones vinculadas al sistema financiero y a las empresas con fuerte exposición al mercado local.
El mal clima bursátil se da en una semana que promete ser exigente para el Gobierno nacional, que busca retomar la iniciativa en el plano político mientras enfrenta un frente económico cada vez más frágil. La caída en los mercados no solo refleja el humor de los grandes inversores, sino que también repercute en la economía real: mayor dificultad para conseguir financiamiento, presión sobre el dólar financiero y un deterioro en las expectativas de crecimiento.
En provincias como Salta, el impacto puede sentirse en el acceso al crédito para empresas locales, en los costos de importación de insumos y en la confianza de los sectores productivos que dependen de la estabilidad macroeconómica. Cada movimiento en Buenos Aires y Nueva York repercute en la actividad diaria del interior, desde el precio de la nafta hasta el costo del financiamiento para el campo o la construcción.
Con este arranque de semana, el desafío del Gobierno será transmitir calma y señales concretas de gestión económica que logren revertir la tendencia. Por ahora, los números hablan por sí solos: las acciones argentinas pierden valor, los bonos se hunden y los inversores mantienen el pie en el freno, a la espera de un horizonte más claro.