Karina Milei quedó en el centro de la tormenta política. Señalada por presuntas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad y apuntada como responsable del reciente traspié electoral en Buenos Aires, la secretaria general de la Presidencia enfrenta uno de los momentos más delicados desde la llegada de Javier Milei al poder.
Los cuestionamientos se centran en supuestos sobornos vinculados a laboratorios que habrían buscado beneficios en contrataciones estatales. Aunque el Gobierno niega las acusaciones, el escándalo afecta de lleno a la figura presidencial, especialmente por la fuerte dependencia política que Milei mantiene con su hermana, a quien muchos ya llaman su “copresidenta”.
La derrota de La Libertad Avanza en territorio bonaerense fue un llamado de atención. No solo por la importancia del distrito, sino porque expuso fisuras en la estrategia libertaria. Desde sectores internos se cuestiona el rol de Karina en la conducción de las campañas y su poder para definir candidaturas, desplazar funcionarios y manejar la comunicación oficial.
En paralelo, crecen las dudas sobre la capacidad del oficialismo para sostener su agenda reformista de cara a las elecciones de octubre. Sin mayoría legislativa, con la economía aún golpeada y con un frente judicial abierto, el caso Karina podría convertirse en una piedra en el zapato para el Presidente.
En Salta y el norte argentino, la situación es observada con cautela. Los gobernadores reclaman mayor previsibilidad, mientras sectores económicos expresan preocupación por la falta de señales claras. El recorte de obras públicas, la caída del consumo y el malestar social generan un clima tenso, que este tipo de escándalos no hace más que agravar.
A un mes y medio de los comicios nacionales, la imagen del Gobierno aparece desgastada. La narrativa del “outsider” que venía a combatir la corrupción se enfrenta ahora a su propia prueba de fuego. Y todo indica que el desenlace de esta crisis podría ser clave para el futuro político del oficialismo.